La triste historia. A propósito de la crisis de Ucrania

P.D.Bruegel muerte

“En este desastre de mortalidad, ¿quién podría contar las desgracias que abundan en la sociedad humana, quién podría siquiera estimar su número? … Si una casa, refugio común del género humano en estas desgracias, no se halla segura, ¿cómo lo estará una ciudad, si siendo mucho mayor, más lleno aún está su foro de litigios civiles y criminales? Aunque  la ciudad goce momentáneamente de la paz y se halla libre de sediciones no sólo turbulentas, sino que muchas veces de sediciones sangrientas y guerras civiles, jamás las ciudades están siempre libres de tales peligros” (San Agustín, De civitate dei 19, 5).

 

“Cuando contemplamos este espectáculo de pasiones y consideramos las consecuencias de su violencia…en la historia, el mal, la maldad, el perecimiento de prósperos imperios, que el alma humana ha producido…sólo podemos terminar este espectáculo del pasado (perecimientos que no sólo son obra de la naturaleza, sino del espíritu humano) con pesar e indignación…” (Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia, Ed. Lasson p.57)

 

San Agustín y Hegel, dos observadores penetrantes de la historia desde ópticas distintas (y contrapuestas) coinciden en que la historia humana es, lamentablemente, una serie sin pausa de guerras, sufrimiento y caos. Quizá vale la pena recordar esta triste verdad durante el presente año 2014, cuando se cumple un siglo del comienzo de aquella guerra que sepultó brutalmente la creencia de que el civilizado occidente había, definitivamente, dejado la barbarie atrás para siempre. A una parte importante de la élite europea la Gran Guerra la tomó por sorpresa. ¿No estábamos avanzando sin parar hacia la “paz perpetua”? Y el siglo XX volvió con más barbarie y guerra que nunca.

 

“Si usted pudiera investigar todas fuentes históricas, ¿qué encontraría? Nada más que una verdad… la verdad de que en todas las épocas y en todas partes ha reinado la miseria….Así es, así fue, y así será. Es el destino del hombre.”(Goethe). Una frase dura, qué duda cabe. Pero conviene rumiarla y tenerla presente, porque si la historia y la experiencia algo enseñan, es que el hombre se ha venido matando desde Caín y Abel. A veces se vuelven a escuchar en Europa voces que aseguran que los horrores y las guerras del siglo XX son cosa del pasado, y que una en una sociedad abierta y democrática eso ya no debería pasar. La “primavera árabe”, recibida no sin ingenuidad por la opinión pública occidental como una “democratización” u “occidentalización” ha derivado en guerras civiles, masacres y caos. ¿Y quién puede asegurar que no estamos incubando otro sistema totalitario u otro engendro parecido? Muchos alemanes, por ejemplo, creen que mientras haya menos neo-nazis la sociedad está fuera de peligro, como si el nazismo fuese la única posibilidad del horror. Y es que, como nota Kundera, en una época sin certezas, al europeo sólo le quedó Hitler como brújula absoluta de bien y el mal.

 

No deja de ser llamativo que a 100 años de la primera guerra mundial, justo cuando los europeos inauguran congresos académicos, abren muestras en museos e imprimen libros y revistas para rememorar y explicar el horror, aparece por Europa el fantasma de una tercera guerra mundial. La crisis en Ucrania (que ya ha costado muchos muertos) nos recuerda que las relaciones de los “aliados” con el gigante ruso son extremadamente tensas y que no se puede esperar mucho ni de Putin (personaje siniestro y enigmático para occidente) ni de los “aliados” (ocupados en espionajes mutuos y sin ganas de superar su propia hipocresía).

Si estalla una guerra en Ucrania o no, nadie lo sabe. No tiene sentido profetizar catástrofes, porque el hombre no opera según leyes pre-establecidas y es capaz tanto del mal como del bien. Pero así como no tiene sentido profetizar catástrofes, tampoco tiene sentido profetizar paz y prosperidad. Pero si algo se aprende de los anales de la historia, es que el caos social está a la vuelta de la esquina, y que dormirse en los laureles de la “paz perpetua” es el primer paso para avanzar al precipicio.

1 comentario

Archivado bajo Actualidad, Signos de los tiempos, Vida cotidiana

Una respuesta a “La triste historia. A propósito de la crisis de Ucrania

  1. Pablo F.

    Triste reflexión sobre los tiempos actuales. Como amante de la Historia y como profesor, siempre me ha llamado poderosamente la atención la infinita capacidad de los pueblos de olvidar la historia. Solo me sirve de comparación la congénita tendencia humana a pensar que las circunstancias que le rodean hoy son para siempre. Así, el que ejerce un cargo de poder, la mujer que pone todas sus fichas en la belleza y la juventud, aquellos que creen que no saldrán jamás de una tristeza, los que creen que siempre ganarán la misma plata y nunca los echarán de sus trabajos, que los amigos que lo rodean estarán siempre, en fin. Es quizás esta tendencia propia de la juventud, enfermedad esta última que debiera pasarse con los años. También los pueblos, por ignorancia, pueden llegar a comportarse no ya como jóvenes si no que como niños: hemos llegado a ser algo así como «peter panes» de la historia, viviendo en una torpe inocencia fundada en una alegre ignorancia culpabilísima. (a todo esto, no sé si se enteraron que a contar de este mismo año, en la PSU de Historia solo entra, de Historia Universal, la historia de 1914 en adelante, y que un tercio de estos contenidos no son propiamente de historia si no de ideología barata sobre el «mundo actual»).
    Agrego una cosa a lo que dices, Pato, sobre la profetización de la paz que se suele hacer hoy, porque ¡ni siquiera hay verdadera paz! Naturalmente nos llaman la atención conflictos como el de Siria o el de Ucrania, pero la situación del mundo es apocalíptica en el mismo momento en que el Occidente burgués cree que todo va bien. Continuamos, a pesar de todo, aferrados a la tontera que se apoderó de todo el mundo después de la caída de los comunismos: el «fin de la historia», la democracia y el mercado como estadios finales de la humanidad y que solo en cuestión de tiempo traerían la paz. La teoría ya pasó de moda, pero no así el clima de confianza en las «superestructuras» mundiales que a larga traerán la paz. E insisto, la injusticia campea peor que nunca en todas partes, por más que la clase media crezca y los hipster y gays nos hagan creer que vivimos en un mundo cada vez mejor…
    pd: Oh, Primera Guerra mundial, tan triste espectáculo fue y tan dulce y fructuoso que es su estudio!

Deja un comentario