Hidroaysén: ecónomo, ecólogo y hombre prudente

por José Antonio Giménez

Escribo una opinión sobre Hidroaysén porque un amigo me urgió a poner el tema en esta tribuna y porque, aunque el tema en un comienzo me parecía ajeno, me ha comenzado a interesar.

Lo que más me ha llamado la atención es la multiplicidad de opiniones encontradas en diarios, en blogs y en facebook, con las cuales podría formarse un bonito y grueso volumen con buena venta (una idea).

Mi primera reacción frente a estas opiniones fue – naturalmente – mirarlas con escepticismo, por la misma razón por la que los sofistas comenzaron a dudar del derecho natural: ¿qué síntesis es posible después de leer mil opiniones distintas, cada una con su énfasis, cada una con su tono y sobretodo cada una con tono catedrático? Pero había otra razón para mantener la distancia: Hidroaysén me parecía un tema ‘técnico’, lo que se me confirmaba en que, salvo opiniones como la de de Cristián Warkern, tanto los apologetas como los enemigos del proyecto recurrían una y otra vez a argumentos de tipo técnico. Unos y otros hacían mención de muchos números, los números ganados por unos, los números perdidos por otros, la esperanza y la desesperanza – técnica – frente a las alternativas. Por esto no quise entrar en palestra, dado que por no conocer nada de números, acabaría dando una opinión ideológica.

Ahora, en cambio, pienso que fue un error considerar que el tema era puramente técnico y considerar a la vez que no podía entrar a la palestra porque hablaría, a diferencia de los demás, ideológicamente.

Hidroaysén es un tema de phrónesis, la prudentia de Aristóteles. En pocas palabras, la phrónesis es la virtud de encontrar en los casos particulares, en el aquí y el ahora, lo ‘universalmente bueno’. La técnica naturalmente juega un rol: la producción del estado de cosas que se busca, con la mayor fidelidad posible al proyecto inicial. Pero a la ‘decisión’, con el peligro inherente del ‘elegir en el tiempo’, no se llega por razones técnicas. Porque en un estado no está en juego tanto la ‘maximización de los bienes’, como ‘el hacer buenos a los ciudadanos’.

‘Hacer buenos a los ciudadanos’, como lema, no gusta hoy. Pero sin esta perspectiva me parece imposible aceptar la ‘convivencia armónica de muy buenas posibilidades técnicas’, a menos que una parte mienta o sea pésima para las matemáticas. Ha entrado en juego – y eso se dibuja en la periferia de las opiniones a favor, en el fondo de las en contra –, ‘el debate sobre la buena vida’, precisamente por donde Aristóteles comienza su reflexión ética. Quien está a favor piensa económicamente; quien está en contra
ecológicamente. Ambos pueden ser utilitaristas en su modo de proceder: el ecólogo se diferencia quizás en que sostiene un mayor interés por una utilidad más a largo plazo. El ecónomo no está en contra de tal utilidad a largo plazo: tan sólo sostiene que nos compete antes la utilidad del momento presente. Un tema interesante para pensar: en la regla del ecónomo ‘el valor presente’ es
siempre mayor que el ‘valor futuro’; el ecólogo, en cambio, introduce la preeminencia del ‘valor futuro’ sobre el ‘valor presente’.

Una decisión de este tipo es una decisión por ‘la preeminencia de una cosa u otra en la serie temporal’. Ecónomo y ecólogo sostienen tesis que no son estrictamente ni económica ni ecológica: han tomado una decisión absoluta sobre la validez de una cosa ‘en el tiempo’, negando por tanto la posibilidad de tener que ‘decidir la cosa en el aquí y el ahora’. En un marco económico no se considera el futuro; en un marco ecológico no se considera el presente. Y la decisión humana y prudente se encuentra precisamente en el vértigo de ‘determinar el futuro’ por el presente.

Los dos extremos desde los cuales se mueve la discusión son por tanto ideológicos, precisamente por servirse de un razonamiento técnico para determinar el bien humano, que se debe alcanzar por medio de una consideración del acto presente como henchido de futuro y una consideración del futuro como realización del presente.

Ahora, para tomar una decisión es necesaria prudencia, mucha prudencia, de parte de gobernantes y gobernados. Lo difícil es que la virtud no se adquiere como una técnica, sino que se alcanza por medio de la misma decisión en el encuentro con las nuevas experiencias y, muchas veces, en el fracaso de las expectativas.

10 comentarios

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10 Respuestas a “Hidroaysén: ecónomo, ecólogo y hombre prudente

  1. Ofbiderzen

    Estimadísimo!

    Muchas gracias por hacer eco a mi request y animarte a escribir sobre el tema. Creo que, en efecto, el tema es relevante, no sólo para técnicos y bullangueros, sino también para quienes estamos intentando meterle cabeza a esto de vivir en sociedad y organizarse políticamente.

    Comparto casi totalmente tu visión; en tu oposición – quizás con fines puramente literarios – entre valor futuro y valor presente (ecólogo vs ecónomo), me parece artificiosa. El futuro no es una dimensión extraeconómica; sin ir más lejos, el argumento economicista en su peor versión dice «sin HA nos quedaremos sin luz, necesitamos HA para el futuro».

    La extensión del utilitarismo para ambas doctrinas es, en realidad, una confrontación de dos tipos de economías: quien quiere resguardar al medio ambiente por su eventual utilizabilidad futura, estaría rigiéndose por los mismo parámetros que sus detractores, mas ampliando su espectro (cfr. modelos como la Economía Ambiental de David Pearce). Creo que lo que realmente está en juego para el ecólogo es una nueva variable: la naturaleza como un valor per se, incluso a un grado tal, que puede sacrificar una solución económica (véase la sensata columna del dúo Herrera/García-Huidobro en La Tercera de hoy).

    La fundamentación de esa valuación es diversa (hay argumentos estéticos, hay argumentos deep ecology, hay argumentos de «dignidad natural») pero parece haber consenso en la consideración extra-económica: es un valor que debe respetarse, incluso a riesgo de buscar soluciones menos «eficientes».

    Tiendo a pensar que, en la medida que tales intuiciones no se desboquen en las marchas que ya nos estamos acostumbrando a ver, sino más bien se encaucen institucional e intelectualmente, podemos comenzar a tener un fecundo debate, en donde la pregunta por la dignidad de la naturaleza necesariamente tendrá que preguntarse también por el concepto mismo de naturaleza, como lo común al ser humano y al ser vivo en general. Por lo demás, tener una alternativa en política que escape al cachipún concertacionista-aliancista sería, a lo menos refrescante, como para que cada parte vuelva a repensarse y a reconstituirse.

    Y, en efecto, falta mucha prudencia, y como dice la doctrina escolástica, falta mucho de sus partes integrales de solertia y especialmente docilitas.

    Un fuerte abrazo!

    • Raimundo Elton

      Hola, el problema de hidroaysen como dice Jose Antonio si se ha convertido en una cuestión ideologica porque la decisión ha pasado a ser una posición politica. Sin embargo las razones técnicas por las que alguien podría estar a favor no son de poca importancia. La generación de energía tiene diversas soluciones pero unas son mas economicamente factible que otras. Por ejemplo si se quiere generar la misma cantidad de megawatts que una central hidroelectrica se puede utilizar la energía eolica pero la diferencia radica en que se tendrían que construir muchas helices(dado que cada hélice genera muy poca cnatidad de mega watts) lo que no sería factible economicamente para la empresa que haría la inversión. Sin embargo esto ultimo trae la solución del problema ecologico ya que estas helices se podrian construir en el desierto y como en el desierto no hay nada no se estaría afectando el ecosistema. Otra de las alternativas es seguir construyendo plantas a carbon que son eficientes desde el punto de vista economico aunque desde el ecologico no tanto ya que generan CO2 el cual genera el llamado efecto invernadero.
      Por todo lo anterior es importante el análisis técnico aunque sin desconocer que el tema tiene que ver con la politica ya que la decisión será autorizada finalmente por el gobierno. Lo importante es que no se transforme en una cuestión meramente politica ya que esto perjudicaría el costo que podría tener la energía para todos los chilenos.

      Saludos!

  2. Gracias Cristián por tu intervención. Reconozco que la versión que planteas del problema es más adecuada y más completa que el modelo que propuse. Sin embargo, intentaré defender el modelo, porque me parece añade un factor que no se ve mucho en el debate.

    He pintado al ecólogo como utilitarista y, como sugieres, si es así, se trataría de una variante económica y excluiría al ecólogo que cree en el valor per se de la naturaleza.

    Ahora, creo que el argumento de los ecólogos es en la mayoría de los casos utilitarista, aún cuando sostengan muchas veces tesis del valor per se. Aunque se diga ‘la patagonia no se vende’, la discusión termina en que ‘en el futuro la gran carencia será el agua y nosotros ahora la gastamos’. No niego la posibilidad del ecologismo de naturaleza como valor per se, pero creo que es muy minoritario.

    Por otra parte, que el ecologismo sea una variante económica, me parece, en principio, correcto. Habría que distinguir entonces entre ecónomo tradicional y ecónomo ecológico. Ambas serían posiciones ‘económicas’ y por tanto ‘técnicas’.

    Sin embargo, creo que incluso tal ‘ecónomo ecológico’ o ecólogo utilitarista no se identifica con el caso del ecónomo ambiental que tu señalas. Y aquí va la tesis que me parece rescatable del modelo propuesto:

    La distinción entre ecónomo y ecólogo es bastante caricaturezca (por eso evito los nombres usuales), pero sirve para introducir en la discusión la variante ‘tiempo’. El ‘largo plazo’ que introduce el ecólogo no tiene precedentes: se trata de las posibilidades de ‘vivir bien’ de generaciones futuras, del hombre de la próxima centuria quizás (¿hay modelos económicos tan ‘largoplacistas’?). Es un ‘útil’, pero un ‘util para el futuro’, para otros hombres.

    En lo que quiero llamar la atención, y con esto termino, es que ‘presente’ y ‘futuro’ pueden estar siendo vistos como ‘valores en sí’ (de hecho el mismo utilitarismo requiere de un valor básico – un ‘en sí’ -, lo que llaman ‘placer’ o ‘beneficio’). El utilitarismo como evolución del hedonismo, introduce en la teleología del placer el factor ‘tiempo’. Pero aunque según el utilitarismo clásico puedes ahorrar y no pagar intereses para luego comprarte el auto, la muerte como posibilidad latente le sugiere al utilitarista que puede darse el caso de que se muera durante el periodo de ahorro, pudiendo haber antes tenido el auto – y nunca pagar ni los intereses! -. En la variante del utilitarista ecológico, en cambio, la muerte no contradice la opción por el ahorro. Me pregunto, ¿puede pensarse un utilitarismo que ponga el énfasis en el futuro (placer futuro), donde ni yo quizás ni siquiera mis descendientes reciban dicho beneficio? Esta pregunta me hace pensar en la posibilidad de que aunque esta ecología sea utilitarista, tenga fundamentos deontológicos, en la así llamada ética de la responsabilidad.

    Una deontología utilitarista y nada de naturaleza per se.

    Discutamos.

    José Antonio Giménez

  3. Ofbiderzen

    Estimado!

    Respondo cortito por ahora, con más tiempo me hago cargo.

    I. La introducción del factor «tiempo largo» es algo que ya se vislumbra en «utilitarismos individuales» como el de Epicuro (quien afirmaría el desarrollo de la virtud para obtener la mayor cantidad de placer a largo plazo…plop), o más cercano, Malthus y su proyección de la población y la producción. Además, otra pregunta ética-política relevante sería: ¿en qué grado los sujetos aún no existentes (mis hijos, mis nietos) pueden ser sujetos de derechos, y yo mismo de deberes respecto de ellos? ¿Por qué sacrificarme yo por las próximas generaciones? ¿Es eso deontología? ¿Es eso un consecuencialismo ampliado? ¿Ley natural? ¿En dónde fundarlo?

    II. Ahora bien, me parece profundamente erróneo pensar que el ecologismo es un economicismo del largo plazo. El rescate de la naturaleza per se como un valor es precisamente lo más fuerte y novedoso de todos estos movimientos intelectuales ( no lo pelotudos que rompen el Banco Santander de Alameda porque representa «el capital destruyendo la naturaleza»).

    Como respuesta al «desencatamiento del mundo», vivimos un reencantamiento en términos bióticos, que se expresa desde el yoga y los yogures naturales (!), hasta las ONGs que mueven millones para la preservación (y no sólo conservación) del entorno natural. Desde Aldo Leopold en adelante (1930s) el principal fundamento de los movimientos ecologistas ha sido la primacía de lo natural por sobre lo humano (como si la humano no fuese a su vez una expresión de la naturaleza). Sobre esto podemos seguir abundando, pero la literatura es abrumante al respecto.

    Lo ecológico como un valor económico a largo plazo es una de las visiones al respecto (de hecho, mucho más cercano a los modelos de Desarrollo Sustentable promovido por la UNESCO desde el informe Brundtland en adelante, que son claramente antropocéntricos) mientras que hay toda una bandada de visiones ecocéntricas abiertamente no-económicas, que desafían el paradigma neoclásico de la economía (cfr. la «economía ecológica» que se opone abiertamente a la «economía ambiental» de autores como Pearce.)

    Para más detalles en estas discusiones puedes revisar Tetrault, Darcy Victor (2008) “Escuelas de pensamiento ecológico en las Ciencias Sociales” En: Estudios Sociales (México) 16, 32, pp. 227 – 263 (lo tengo en pdf en caso que lo quieras).

    Un fuerte abrazo,
    Ofbiderzen

    PS: estoy preparando un texto al respecto para publicarlo por el sitio del IES, stay tuned.

  4. Algunas observaciones (breve):

    Sobre I: todo utilitarismo – y todo hedonismo sofisticado – hace referencia al ‘largo plazo’. Lo novedoso de la ecología es que el ‘largo plazo’ va más allá de la muerte personal o generacional. Por eso para Epicuro es precisamente la superación del miedo a la muerte la mayor garantía para ser feliz.

    Ahora, ¿no respaldaría una deontología kantiana el respeto por lo no-existente? Es una de las razones por la que una fila de los kantianos atacan el aborto, reconociendo a la vez que en el feto no hay autonomía. Un derecho natural es otro cuento, no pongo ese trasfondo en la ecología.

    Sobre II: un argumento del tipo ‘no gastemos agua porque en el futuro será escasa’ o ‘preservemos el Amazonas porque es el pulmón del mundo’ son claramente utilitaristas. Ahora, estoy de acuerdo en que no es la única variante del ecologismo: he dismuido injustamente el rol de esta variante, quizás porque la creo mezclada por un lado con mucha superchería y animismo y por otro con ‘filosofías sobre el modo de vida simple’ que prefiero meter en otro saco (Rousseau, Thoreau, Tolstoi).

    Discutamos sobre esta valoración de la naturaleza per se.

  5. Pablo Follegati

    Una pequeña reflexión:
    es claro que esa referencia hacia el futuro es utilitrarista, pero yo agrego al debate lo siguiente: no les creo. No creo que los ecologistas defiendan eso porque sea eso mismo lo que les importa. Sería algo así como lo que hace Socrates de hacerse hedonista para derrotar el hedonismo de los sofistas, sin serlo. Es clásico: es como cuando defienden el aborto porque «no sería aborto» cuando de fondo sabemos que les interesa en serio el hecho de eliminar un feto. No les creo que les interese el agua para el futuro, aunque eventualmente hubiese eocuparse de ello. Su tema es otro, es la defensa de la madre Naturaleza, sacralizada en cuanto tal: pero como la sociedad no está «preparada» para ese discurso, dicen «el agua de nuestros niños!!! las plantaciones del futuro!!! la naturaleza, Oh, dadora de vida»!!!!
    No compro. Ellos ganan, yo creo, al poner el tema en el ambito de lo bueno para el futuro, porque salvaguardan la apariencia de preocuparse por seres humanos. Pero su tema es otro.

  6. Pato D.

    Es interesante meter a la prudencia en todo esto. Muchas veces pareciera que la única posibilidad de pensar este tipo de problemas es mediante recetas técnicas prefabricadas que de antemano arrojan quién es el ganador o quién el perdedor. Así pelean la alianza y la concertación, en un eterna competencia por quién tiene los argumentos más neutros posibles, o sea, más abstractos (unos invocarán a unos dogmas, otros a otros, todos a las encuestas). ¿Se han fijado que hace años que no se ven debates en la política, sino sólo «las encuestas muestran que la concertación está agotada» o «las encuestas demuestran que la gente está cansada de la alianza»?

    Realmente se echa de menos que alguien plantee el tema y diga: la situación actual de Chile nos obliga a construir esta represa porque a,b,c; o la situación actual de Chile nos permite pensar en otras fuentes de energía porque a,b,c, sin empezar con la cantinela de «seremos un país desarrollado» o «no toquemos a la naturaleza» o «los poderes fácticos»

    Con respecto a los anti-aysén, hay de todo. Desde ecologistas enemigos del género humano («somos una especie depredadora»), amigos de las excursiones y de la naturaleza (la mayoría), revoltosos y delincuentes (los menos). Yo creo que todo chileno es amigo del paisaje y le gustaría salvar a la Patagonia del cableado -así como todo santiaguino odia el smog, aunque esté acostumbrado. El punto es si el argumento de «nos estamos quedando a oscuras y necesitamos urgente luz» es cierto, entonces habrá que ser prudens nomás, y sacrificar la belleza del paisaje virgen. Pero, ¿es el caso? ¡No tengo idea!

  7. Retomo propuestas-ideas de Pablo F. y Pato D.:

    Para Pablo el argumento de un ecologismo utilitarista, será sólo máscara de un ecologismo de valoración de la naturaleza per se.

    Pato señala distintos modos de estar contra Hidroaysén, ecologistas per se, simples amantes de la naturaleza y anarquistas.

    El ecologismo utilitarista que yo propuse ha sido más o menos rechazado. El rechazo me permite hacer una reformulación: me parece que la ‘argumentación’ del ecologista suele ser utilitarista o, al menos, no logra escapar de referencias a la utilidad. Por ejemplo, el movimiento aquí en Alemania contra la energía atómica (llevado por el partido ecológico), que retomó fuerza desde el desastre en Japón, utliliza sólo argumentos utilitaristas, aunque quizás lo que sostienen en el fondo en una tesis ‘fuerte’ de la ecología. Quizás, concluyeron, el diálogo que quieren entablar sólo es posible con referencias a utilidades. ¿Es una técnica, ceder terreno? Quizás.

    Ahora, esos simples amantes de la naturaleza, sin ninguna tesis total, que atacan Hidroaysén, seguramente dejan abierta por tanto la posibilidad de que una hidroeléctrica pueda levantarse produciendo un efecto adverso en la naturaleza. En este sector se hallan seguramente las ‘mil u una’ tesis utilitaristas, deontológicas y de naturacentristas. Por eso no creo que se pueda discutir con este grupo, digamos que como en el huevo primigenio, ‘lo contiene todo’.

    ¿Qué es ese naturacentrismo (puedo acuñar la palabra?) que remarcan Cristián Rodríguez, Pablo Follegati y Patricio Domínguez? ¿Dónde y cómo argumentan?

    Para esto me parece interesante la referencia a las ‘filosofías de la vida sencilla’. Sin embargo, hay un problema de entrada: en éstas, aunque se fomente la conservación de la naturaleza, el centro no está en la naturaleza, sino en el hombre. La vuelta a la vida natural ensalzada por Rousseau, a la vida bucólica, que encontramos ya en Virgilio o el elogio del nomadismo en Thoreau, ponen el centro en el hombre, en la ‘mejor vida’ para el hombre. El que toma sólo yogurt natural me parece antes un rousseaneano que un ecologista; el que quiere vivir sin electricidad (Into the Wild), antes un thoreauneano, que rechaza la sociedad civil por viciosa, que un defensor del valor por se de la naturaleza. De hecho, los nómadas son cazadores y cortan sin culpa leña para hacer el fuego.

    Ahora, la vuelta de tuerca: para garantizar la ‘vida natural’, se requiere de la existencia ilimitada de la naturaleza – lo que es garantizado en el uso discreto del hombre ‘de vida sencilla’ -, y en ese sentido, ‘condicionalmente’, la naturaleza puede ser erigida como lo ‘incondicional’ o, mejor dicho, como una condición necesaria para la realización del hombre. Pero aquí sigue estando el hombre al centro. Es posible una variante ecológica que ponga realmente a la naturaleza al centro, es posible el ‘naturacentrismo’?

    José Antonio Giménez

  8. Ofbiderzen

    Carísimo:

    El ecocentrismo (o naturacentrismo, como inventaste) existe y es posible como argumentación. López Ballesteros (Ecologismo Personalista, 1994) lo vincula en sus expresiones más radicales con un neomalthusianismo y un darwinisimo socio-biológico: somos muchos los seres humanos, y por lo tanto estamos depredando la naturaleza; tenemos que limitar nuestra reproducción global, de modo que afectemos a lo más mínimo el entorno natural, que, en cuanto totalidad, tiene una supremacía por la parcialidad humana. El mismo Aldo Leopold (fundador de la Ética Ambiental, por los años 30) trazó algunas líneas en esa dirección en su «Land Ethic» pero no llegó tan lejos como la deep ecology.

    ¿Son fundados sus argumentos? ¿Tienen consistencia? En un cierto sentido sí, pues no son una mera expresión de emociones. No obstante, en sus versiones más extremas, desafían cánones clásicos de la ética en la tradición occidental, como la primacía de la persona humana. Peter Singer también es otro ejemplo -aunque no lo sea de facto- de cómo puede articularse una ecología que pretenda subsumir al hombre bajo la naturaleza.

    Mi punto es, dilectissime Toñe, que no todo pensamiento ecológico hace referencia al ser humano, ni se ve obligado a hacerlo. Estructuralmente puede reorientarse toda la escala de evaluaciones morales para que el ser humano sea el último en la lista y, al ser el único que no se autorregula, tenga la obligación de autorregularse, incluso contra su propia especie.
    (Toda esta gente me parece errada.. pero de que lo dicen, lo dicen).

    Sobre política verde y utilitarismo: por supuesto que los Grüne van a ocupar argumentos utilitaristas, al igual como lo está haciendo Patagonia sin Represas acá. Es la única cancha en la que se puede jugar políticamente (gústenos o no). Es lo mismo que hace Hernán Corral cuando critica a la ley de divorcio afirmando que traerá una disminución radical en la tasa de nupcialidad (hipótesis empírica que fue desmentida por liberal VMA Loreto Cox del CEP, pero eso es otro problema).

    Un trasatlántico abrazo,
    Ofbiderzen

  9. Estimado Cristián (pero también a todos los otros estimados que lean el blog),

    gracias por tu comentario, respondiste claramente a la pregunta que planteé. Redondo, espero tu artículo.

    Post quem: perdón por lo largo.

    1) Existe por tanto un ecologismo absoluto como señala Cristián, que pondría a la naturaleza como centro al cual el hombre se subordinaría. De los citados, Peter Singer debe ser seguramente el más famoso.

    2) Este ecologismo absoluto se comportaría al momento de dialogar en el juego político apelando a las utilidades de su postura para el bien del hombre.

    En este esquema me parece importante integrar lo que he llamado ‘filosofías de la vida sencilla’. Creo que justifican el trasfondo afectivo que mueve a la mayoría de los que van a marchas ecologistas. Sin entrar en los detalles y en las diferencias entre estos pensadores, el ‘llamado de la naturaleza’ se completa de modo dialéctico: afirmación de la naturaleza, negación de la técnica y afirmación de la vida sencilla (técnica de alcances naturales).

    Ahora, volvamos al ecologismo absoluto que señala Cristián. Reconstruyo la tesis del siguiente modo:

    1a) El hombre no tiene un valor superior al resto de la naturaleza o
    1b) El hombre vale menos que la naturaleza, por ser el primero parte y la segunda todo.

    2a) El hombre es la única especie que no se autoregula (sobrepoblación y/o intervención) o
    2b) Hemos llegado a un tiempo histórico donde el hombre ha escapado de regulación alguna.

    3) Es necesario regular el crecimiento-intervención del hombre en la naturaleza, dado que la naturaleza (o las otras especies que forman parte de la naturaleza) tiene el mismo (o mayor) derecho que nosotros a existir.

    Alego:

    Objeto de derechos sólo es quien es ‘persona’, i.e., quien es un ‘fin en sí mismo’. Si no es así, es imposible la irreductibilidad de los derechos, pues se tornarían relativos. Luego, según el ecologismo o i) el hombre y la naturaleza son personas o ii) la naturaleza es persona y el hombre no o iii) ninguno de los dos es persona en absoluto.

    Si i) habría que respetar a la naturaleza tal como se respeta al prójimo. La pregunta pesada es entonces sobre cómo sería posible que la naturaleza me respetara a mí, pues si es objeto de derechos, sería también objeto de deberes (¡anda a decirle al león que no me coma o al rayo que no me mate!).

    Si ii) tendríamos que de alguna manera encontrar nuestro lugar en el todo y servir ‘lealmente’ como medios. La naturaleza tendría completos derechos y ningún deber en absoluto, pues sería la única persona (esta tesis ya no hace sentido si pensamos en la relación entre las especies). Ya me siento flotando en una boya panteísta. Sin embargo, como ocurre finalmente con los panteísmos, la rebelión prometeica no es sino ilusión. En este sentido, diría que una ‘política de sometimiento’ a la naturaleza no tendría mayor sentido que la actual actitud depredadora.

    Si iii) encuentro los problemas de los dos puntos anteriores. Si la naturaleza es persona debe ser respetada incondicionalmente: sin embargo, si el hombre también es persona, se exige también que se lo respete con dicha incondicionalidad: parece que la naturaleza no es capaz de cumplir con dichos deberes; si el hombre, en cambio, no es persona, no está capacitado tampoco para cumplir deberes, no puede respetar. Ahora, si ninguno de los dos es persona, ¿quién tiene derechos, quién tiene deberes?

    Ahora bien, parece que seguir con la lógica de la persona no ayuda. Cristián sugiere que la argumentación iría por el lado de un ‘sistema de valores’. No hay personas más personas que otras, sin embargo, sí hay valores superiores a otros. Dejo la tesis-problema enunciado: se supone que el sistema de valores tiene como sujeto al hombre (los sistemas de valores son subjetivizaciones de la ley natural); uno de los valores podemos llamarlo ‘naturaleza’, sea entendido como todo o como especies naturales; valores tradicionales serían la vida, la amistad, el dinero. Las escalas de valores, por el mismo hecho de ser subjetivas, no son referentes universales, pero dejémoslo así. Bueno, la pillería es que valor se dice como ‘valor para uno’ (aún cuando ese ‘uno’ refiera a la humanidad completa) – no lo digo yo, son las categorías de los neokantianos -. Luego, nos encontraríamos en la paradoja de que un sujeto (o todos los sujetos) toma(n) para sí a la ‘naturaleza’ como superior a todos los demás valores, por ejemplo, la ‘vida’. Eso me parece imposible. Ahora, que dentro de mi escala de valores ponga a la ‘naturaleza’ sobre la ‘técnica’, me suena más interesante, pero parece que no va por ahí el ultra-ecologismo.

    ¿Habría que hablar entonces de ‘ley natural’? ¿De que por una suerte de ley natural, el hombre se arrodilla frente a la naturaleza, como por ley natural el hombre baja la cerviz ante los dioses? Si la ‘naturaleza’ no es persona (sujeto de derechos y deberes), y no puede ser el ‘valor supremo’, porque el ‘valor’ está siempre sujeto como juez y como fin a la persona que valora, tendrá que ser un principio absoluto, independiente de la valoración del sujeto. Ahora, en este plano de discusión, si es que los blogeros están de acuerdo con los despachos anteriores (o si quieren seguir hablando de la persona o de los valores), se pueden decir muchas cosas. Pero yo ya escribí mucho y demasiado dialécticamente. A ver si alguien le pone sistema a la cosa.

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