Archivo mensual: septiembre 2012

El gran final de The Third Man


José Antonio Giménez

En 1949 rodó Carol Reed a partir de un guión de Graham Greene una de las películas más importantes de la historia del cine, The Third Man. El recelo frente a la ‘película de blanco y negro’ se muestra del todo injustificado en este caso: un thriller que mantiene la tensión hasta un final sorprendente y que alcanza, precisamente por su peculiar uso del blanco y negro, una atmósfera expresionista que difícilmente se avizora en el posterior cine negro.

De los muchos elementos que hacen fundamental a este film, quisiera referirme solamente a uno en particular: su final. Curiosamente Reed decidió en este punto desatender el guión de Greene. Para este último el film debía terminar con una reconciliación entre Holly (Joseph Cotten) y Anna (Alida Valli). Reed toma en cambio el camino contrario: Holly espera a un costado del camino, mientras Anna avanza hacia la cámara desde lejanía; no se detiene, pasa de largo y desaparece tras la cámara.

La célebre y atrevida escena con que Reed cierra The Third Man permite reconstruir todo el film desde una perspectiva particular. ¿Quién es el protagonista de este film? ¿Holly o Harry (Orson Welles)? Harry es quien supuestamente yace en la tumba al llegar Holly a Viena, pero con el tiempo de revela que se trata del no identificado third man que transporta el cuerpo del moribundo el día del accidente. La intromisión de Holly en la historia es lo que lleva realmente a Harry a entrar a la tumba que lleva su nombre. Pero Harry cumple también otro rol en la historia: es el amigo de Holly y el amante de Anna. La relación entre Holly y Anna se sostiene fundamentalmente por la referencia de ambos a Harry.

Quiero proponer tres lecturas del film a partir del final.

i) Anna no perdona a Holly su deslealtad con Harry. Hasta el final del film Anna mantiene su relación con Holly en referencia a Harry, de modo que no está dispuesta a aceptar que el primero quiera construir una relación con ella a pesar de su historia con el segundo. Holly en cambio decide de algún modo dejar atrás la sombra de Harry. Se siente libre para establecer una relación con Anna, pues ha matado a su mejor amigo, a propósito, el amante de Anna. La pretensión de Holly no tendría sentido si no esperase que Anna se haya ido gradualmente liberando de la influencia de Harry, gracias a la intensa amistad desarrollada entre ellos en los últimos días; es posible que esto haya estado ocurriendo, mas sólo a modo de sustitución. Si Holly acepta o se resiste a ser tratado como sustituto es una cuestión difícil de determinar con exactitud: Holly se muestra una y otra vez molesto de que se lo confunda con su amigo Harry; sin embargo, hace uso de su rol referencial para entrar con rapidez en intimidad con Anna. ¿Comienza a vivir el sustituto cuando muere el referente de la sustitución? Para Anna al menos, cuando muere el referente, muere también el sustituto. Ninguna historia de amor termina bien si se funda en un third man.

ii) La segunda lectura no es directamente contradictoria con la anterior, mas le da otra vuelta de tuerca al sentido del film. Que Anna corresponda o no al interés de Holly es sólo un asunto secundario con respecto a los verdaderos motivos que guían el accionar de éste. La amistad de Holly con Harry es una que tiene su origen en la niñez, mientras que el amorío entre Anna y este último no ha sido más que una aventura del último tiempo. Holly se da cuenta de que, a pesar del cariño que profesa por su amigo, éste lo ha engañado: detrás de su aparente filantropía se esconde un profundo desprecio por la humanidad. Anna no padece por su parte tal proceso de develamiento: parece saber desde el comienzo que Harry está enfrascado en algo oscuro y que su tarea es protegerlo a como dé lugar. Por esta razón los datos policiales que confirman los crímenes de su amante no hacen mella en su compromiso de fidelidad. Holly traiciona su amistad con Harry por atenerse a un imperativo que le dicta su conciencia; no vemos en cambio que Anna perciba como legítimo tal conflicto entre moralidad y lealtad. ¿Habría entonces juicio moral sólo donde se está en lugar de desprenderse del carácter relacional – interesado – con respecto al agente que está siendo juzgado? Sólo quien ejecuta la sentencia puede realmente emitir el juicio, es lo que parece sugerirnos el comportamiento de Holly. ¿Qué rol cumple the third man en la elaboración de un juicio moral? Holly y Anna nos muestran dos caminos de resolución de esta pregunta.

iii) Las dos lecturas anteriores nos plantean la siguiente disyuntiva: ¿The third man es una historia que trata de las relaciones humanas o que trata de las convicciones morales? Graham Greene, quien bogaba por un final de redención, sugiere en varias ocasiones de su guión que Holly es sujeto de un conflicto de fe. Como en sus mejores novelas, Greene hace del tema de la fe el fondo de todo verdadero drama humano. Sabemos que la malograda conferencia del visitante en Austria debía tratar de los conflictos de fe en sus novelas. Y sabemos también que la pregunta decisiva que Holly dirige a Harry para conocer sus verdaderas intenciones, es si cree en Dios. La traición del amigo parece ser para Holly su decisivo acto de fe. Pero si es así, ¿qué papel tiene Anna en el drama de la fe? Ella es quien vuelve todo el comportamiento de Holly ambiguo y, por eso, humano. Pues la presencia de Anna no permite realmente distinguir las intenciones morales de Holly de su interés por la mujer, quien, en este sentido, encarna efectivamente el rol de third man entre los dos amigos. El amigo que debe ser castigado por sus crímenes, es a la vez el rival de un triángulo amoroso. Si somos más condescendientes con las intenciones de Holly y nos decidimos por interpretar su actuar como fundamentalmente moral, no podemos sin embargo desatender que espera de su decisión moral – su acto de fe – una recompensa. El reconocimiento de su actuar moral y la consiguiente correspondencia de amor de Anna. Es así cómo la ambigüedad – lo propio de un conflicto – que late en el guión de Greene, se muestra del modo más pleno en el final propuesto por Reed.

            Sólo desde el final se reconoce la dirección del camino. Decir que un final cierra la interpretación es un error: más bien desde el final se abre recién ésta. The Third Man es una obra de arte – ¡hoy necesitamos volver a encontrar criterios para reconocer el arte! – precisamente porque abre desde su final un complejo de ricas interpretaciones. ¡Qué gran film, pues qué gran final!

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Top 5 de Hitchcock

P.D.

Este período de ocio para filosofar, ‘otium philosophandi’ como diría San Agustín, no sólo lo he usado en leer libros, sino también en nutrirme de buenas películas. “No sólo de libros vive el hombre…” Aprovechando que luego se estrenarán dos películas sobre Alfred Hitchcock (en las que el director sale retratado en la vida real como uno de esos tantos personajes oscuros que pueblan su filmografía), me doy el lujo de establecer un ránking (personal y subjetivo, como todo ránking) de las 5  mejores películas de Hitchcock. Aquí va:

1.Vértigo (Vertigo, 1958).  La historia de un detective retirado (Jim Stewart) que tiene que seguir a una mujer atractiva y de comportamiento extraño (Kim Novak) adquiere ribetes insospechados, vueltas de tuercas, mucho suspenso y un final tremendo. La partitura de Hermann, inspirada en Tristán e Isolda, vale por sí misma. Un tratamiento genial de los miedos inconscientes, lo “paranormal” (penaduras, re-encarnaciones), lo tabú.

2. La ventana indiscreta (Rear Window, 1954). Otra vez James Stewart, pero con otra rubia preciosa: Grace Kelly. Hitchcock se las arregla para hacer una película vertiginosa y entretenidísima, con muy pocos escenarios, cero movilidad (el protagonista es un inválido) y, por supuesto,  sin efectos especiales. Un hombre postrado (James Stewart) es el testigo -pecando de voyeur- de una serie de acontecimientos extraños en su edificio. Tendrá que vérselas con un criminal y  a la vez con una mujer que lo acecha.

3. Los pájaros (The Birds, 1963). Una rubia muy bonita (eran una obsesión del viejo Alfred) se encuentra casualmente con un tipo en una tienda de pájaros. Una serie de hechos fortuitos hacen que ella lo acompañe a hacer una visita a su madre, que vive en un lugar aislado. Inesperadamente, se desencadena una catástrofe apocalíptica, donde los protagonistas son….los pájaros. La idea de que unos pájaros (sobre todo gaviotas) causen en el espectador un estado de alarma y horror puede parecer ridícula, pero Hitchcock lo trabaja de forma tan seria, que uno no puede dejar de pensar en las plagas bíblicas. Las relaciones entre mujeres da para mucho análisis o psicoanálisis.

Grace Kelly y James Stewart en «La ventana indiscreta»

4. Con la muerte en los talones (North by northwest, 1959). Gran cine de acción, en donde el dandy Cary Grant se ve, por un malentendido, envuelto en una trama de espionaje, contraespionaje y mucho peligro. Que una película de acción de los años 50 se mantenga tan bien es un gran mérito de Hitchcock. Las películas de James Bond envejecen mal (verlas puede ser un esfuerzo museológico), mientras que “Con la muerte en los talones” sigue entreteniendo como entonces. Hay una rubia bonita también implicada en todo el asunto.

5. La soga (The rope, 1948). Una buena muestra del tratamiento que hace Hitchcock de las mentes perversas (en eso se parece a Extraños en un tren de 1951), todo en un solo set. Una obra maestra con muy pocos, poquísimos recursos. James Stewart se luce en su papel de desenmascarador de patrañas intelectuales con resultados nefastos.

Menciones honrosas: Psicosis (Phsycho, 1960). Un clásico, que podría quedar en el número 6 ó 7. El hombre equivocado (The wrong man, 1956). Una película diferente a lo típico de Hitchcock, con Henry Fonda haciendo un gran papel de ciudadano “íntegro”. Encadenados (Notorius, 1946). Ingrid Bergman en su mejor momento. Pánico en escena (Stage Fright, 1950). Marlene Dietrich en un thriller criminal que no deja de tener una pizca de humor. El hombre que sabía demasiado (The man who knew too much, 2ª versión de 1956). Un thriller que se conserva bastante bien. La cancioncita de Doris Day hizo época. Atrapa al ladrón (To catch a thief, 1955). Cary Grant (qué tipo más simpático) con Grace Kelly haciendo de esos roles que le incomodaban al príncipe Raniero de Mónaco. Extraños en un tren (Strangers in a Train, 1951).  El escalamiento social,  la mala suerte y la chifladura psicótica en una gran cinta.

A evitar: Marnie, la ladrona (Marnie, 1964). Una película demasiado larga e irregular. El exceso de psicoanálisis y de traumas inconscientes le quitan frescura a la trama. La trama (Family Plot, 1976). La última película de Hitchcock. No está tan mal, pero se podría haber retirado con otra cosa, pensaría uno…

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