Archivo mensual: febrero 2011

Una facultad de filosofía en la era del «paper» indexado

Por Pato D.

Quien es en realidad maestro, toma en serio todas

las cosas sólo en relación a sus discípulos –incluso a sí mismo

Nietzsche


Status quaestionis

La reseña del libro del Dr. Ehrlich provocó un diálogo muy interesante en el que aparecen varios temas, todos ellos más o menos conectados entre sí. En esta entrada del blog me gustaría retomar un punto que quedó en forma de interrogante. Mucho se dice sobre la crisis de las humanidades y la filosofía en el sistema académico actual, pero poco se propone de modo positivo para abordar esta cuestión La crítica al sistema actual, sería, según las palabras de Mario Molina, “un grito en medio de la cordillera, que desaparece con la misma fuerza que surgió”. El siguiente texto intenta responder a esta cuestión. Sin embargo, antes me gustaría formular un pequeño resumen de las ideas  expresadas en este blog por los que se han dignado a participar, para ponernos en contexto.

Una de las críticas a la filosofía actual era la “exigencia compulsiva de publicaciones”, que llevarían a los académicos a perder de vista el fin esencial de la filosofía y a dedicarse a publicar con el fin de abultar el curriculum o simplemente para “justificarse” ante la academia. Más aún, no se trata sólo de publicar, sino de hacerlo en determinadas revistas -según el ránking de indexación adoptado por cada casa de estudios-, en un determinado género (el del paper) y con cierta frecuencia. Este sistema académico, repito, el sistema cuantificado en base a indexaciones, me parece malo para la filosofía y malo para las humanidades en general; y peor aun me parece que este sistema se constituya como el medio para ponderar  la calidad de una facultad. Creo que lentamente reduce la praxis filosofía a una mera técnica publicativa que sólo consigue ensanchar las hemerotecas  y que pierde de vista la tarea esencial del filosofar.

Los que aquí han opinado están de acuerdo en que este sistema tiene costos, pero que en vista a los beneficios que otorga resulta a la larga un sistema positivo. Así, según Tomás Alvarado este sistema tiene ventajas morales sobre otro sistema, en la medida en que fomenta la laboriosidad a la vez que impide la proliferación de ciertos vicios académicos como el divismo o la flojera: “Si uno quiere trabajar poco, con poca presión y hartos privilegios, tampoco es un buen momento para hacer filosofía. Si uno tiene una actitud más modesta, sin embargo, si lo que interesa es simplemente comprender mejor ‘la cosa’ de que se trate, o contribuir a esa mejor comprensión, entonces                            -definitivamente-  este es el mejor momento para hacer filosofía”. Por su parte, Andrés Santa María considera que es saludable hacer la distinción entre “el oficio del filósofo    -cuyo ejercicio nos permite vivir- y la filosofía misma”. El oficio de filósofo consistiría en la vorágine del mundo publicativo, y la filosofía misma sería más bien el encuentro dialógico vivo entre profesores y alumnos. La filosofía no estaría muerta, señala Andrés, porque sigue existiendo este mundo. Por su parte, Mario Molina que el sistema actual es excelente desde el punto de vista de la coordinación de la investigación, porque “genera la posibilidad de cuantificar el trabajo realizado por sus investigadores, de distribuir recursos según este ordenamiento a las distintas facultades y de poder seleccionar las mejores universidades en conformidad con este mismo criterio”. Según Mario, no hay razones de por qué, si el resto de los académicos están sujetos a este sistema de los mediciones (pensemos en los científicos) no habrían de estarlo los profesores de filosofía. Sin estas herramientas “¿cómo justificarán su sueldo los filósofos frente a las autoridades? […] ¿Quién puede garantizar que el outsider de la filosofía realmente trabajará, y no se sentará a escribir meras estupideces?” Hasta aquí Molina. Cristián Dagnino retoma la cuestión planteada por Toño Giménez: “¿progresa la filosofía como progresan las ciencias empíricas?” Si la respuesta es no, como todo parece indicar,  entonces habría que dejar de soñar con sistemas unívocos de medición y tratar a la filosofía de un modo que tenga en cuenta su constitución como disciplina cuyo núcleo es esencialmente sapiencial.

Una facultad de filo-sofía en la era del ISI

Si es verdad que la filosofía como tal no se despliega en la mera publicación, sino que en la labor conjunta de profesores y alumnos para responder las cuestiones centrales que plantea la razón humana (Dios, alma y mundo para expresarlo en los términos de la escolástica moderna), entonces, ¿cómo sobrevive ese tipo de estudios en una universidad actual, donde los profesores viven de lo que hacen y tienen que rendir cuenta a sus superiores -ya sea al ministerio de educación, la junta directiva o la junta de accionistas? La cuestión es realmente complicada, pero creo que así planteada no llega a ninguna parte. Si la pregunta es: “¿Cómo puede sobrevivir una facultad de filosofía en la era de la cuantificación?” entonces la respuesta es que no puede sobrevivir. Toda la discusión de la “justificación” de la filosofía supone que ésta se ha sido puesta en tela de juicio por una instancia externa a la misma filosofía, y yo creo que la filosofía sólo se justifica “desde dentro”. Es parecido al caso de un joven que sale del colegio y que quiere estudiar filosofía y tiene que explicarle a su padre el porqué de su elección. El padre entenderá que la elección es razonable sólo cuando capte de un modo u otro -de modo oscurísimo o vago, da igual- que dedicarse a la filosofía es algo valioso para la sociedad, así como también  la panadería o el construir puentes lo son. Esta captación ya es, en cierto modo, filosófica, y no externa a ella, pues comparte su supuesto básico: la filosofía no es útil al modo de la agricultura o la medicina, que produce una buena uva o cura a mi hijo.

Por el contrario, si la filosofía se considera una actividad injustificable (motivos sobran: no produce dinero, no “crea” conocimiento, no ayuda a erradicar campamentos o promueve la arrogancia), entonces no se le tolerará sino por medio de una regla externa a ella: que avance, que produzca cosas, aunque sea prestigio o fama, que se reducen fácilmente a bienes más concretos (por ejemplo, también puede ser de ‘buen tono’ que los ingenieros comerciales sepan quién fue Kant: en ese caso, la facultad de filosofía será la facultad del ‘barniz cultural’). Se me objetará que son los mismos profesores de filosofía los que han creado el sistema de papers y que nadie externo se los ha impuesto. Puede ser;  en ese caso han hecho suyo un argumento extraño a la filosofía (toda ciencia avanza; la filosofía es ciencia; ergo ésta avanza= hagámosla avanzar),  y se han acomplejado, como señala Pablo Follegati, de modo que lo vale como criterio particular  es impuesto como criterio universal. Demás está decir que dentro de la filosofía, hay personas que publican cosas excelentes, y se les da bien ese oficio filosófico. Hay otros con un competencia nata para traducir, para editar obras que se han transformado en clásicas, justamente por ser filosóficas. Pero hay tipos que tiene más talento pedagógico. ¿Es éste menos digno de una facultad de filosofía? Creo que la cosa es al revés. 

Se me ocurren una serie de principios prácticos para una facultad ficticia de filosofía que de algún modo se desprende de lo anterior:

Financiamiento: No buscar subsistencia fuera de sí misma, es decir, no mendigarle a alguien que no entiende para qué da su limosna.  Sacar y sacarse la idea chicago-boy de la cabeza de que lo que no se autofinancia es sospechoso. (Esta idea está bastante extendida en el ámbito académico: facultades de letras han sido cerradas y parece que las Becas-Chile van en esa dirección con «la nueva forma de gobernar» y su afición por los ránkings.)

Oficio: promover la diversidad de estilos entre los profesores, no encasillarlos a todos dentro del “estilo paper”. Promover también el estilo pedagógico, el estilo divulgador, etc. Por lo mismo, medir el rendimiento de los profesores con métodos analógicos y no con una misma vara. Creer menos en el CV y más en las personas de carne y hueso, sin por eso caer en el «amiguismo» o «pituteo» tan clásico chileno.

Relación profesor-alumno: Fomentar la actividad pedagógica, de modo que los profesores tengan tiempo de estar con los alumnos en instancias académicas y extra-académicas (como las notables “sociedades platónicas” que armaba J.T. Alvarado).

4 comentarios

Archivado bajo crisis de la filosofía, Filosofía, Polémica al día, Universidad

Ach, noch mal die Deutsche Theologen!

Tübingen, donde el anticristo recibirá un doctorado (Soloviev)

Por Pato D.

Supe hace poco por la prensa que un grupo enorme de teólogos (más de 200) del mundo germano parlante había redactado y firmado un documento en el que piden reformas urgentes en la Iglesia (El documento se puede leer aquí en traducción castellana:  http://www.memorandum-freiheit.de/?page_id=460 ). Tal petición no puede sino despertar, en primera instancia, simpatía. ¡Tanto hay que reformar, renovar en la Iglesia! El documento se centra en el triste caso de abusos que explotó el año pasado y a partir de este caso intenta extraer una serie de puntos para considerar en un “diálogo abierto sin tabúes” sobre el futuro de la Iglesia. Entre estos puntos se mencionan las siguientes peticiones: (a). Estructuras más democráticas en la Iglesia (b) Necesidad de tener curas casados y mujeres en el sacerdocio por falta de personal (c). Aprobación de las relaciones entre parejas de divorciados y parejas del mismo sexo.(d). Fin al rigorismo moral: juzgarse uno mismo antes de juzgar a los demás.

Partamos por la letra (d), mi preferida, por empezar mi apellido con dicha letra. “Antes de juzgar a los demás, juzguémonos a nosotros mismos”. Buen principio. Me encantaría que todos estos teólogos y teólogas partiera también por juzgarse a sí mismos y a la Iglesia que llevan acá en Alemania. Tengo la suerte de conocer o ubicar a algunos de los firmantes -algunos son profesores de esta universidad y escucho sus prédicas doctorales los Domingo- así que hablo de y a ellos también. Pues bien, sería bonito que practicasen su deporte preferido (criticar a Roma) también hacia adentro. Ahora, lo que voy a decir es bastante fuerte, pero creo que a pesar de todo su activismo, toda su organización, todo su orden, su loable buen gusto musical, la Iglesia alemana llevada por estos ilustres está más muerta que viva. Y han sido estos Doktoren las que la han matado, haciendo de ella un lugar de acción social en vez de sacramentos, un lugar de conferencias en vez de oración, un lugar de instrucción en vez de formación, aprovechando siempre de subrayar la independencia en vez de la comunidad con Roma, enfatizando siempre valores que parecen sacados de folletos volterianos que de la Biblia. Escuchar a estos Professoren desde el púlpito es muy interesante; pero da la impresión de estar uno asistiendo a una cátedra. La cátedra, la Vorlesung, mis queridos hermanas y hermanos, tiene sus ventajas: el volar en la abstracción sin jugársela en temas concretos, no darle al laico una palabra viva de fe, sino “interpretaciones” estéticas o aguachentas del “amor”, que al final se identifica con una especie de compasión estomacal por el prójimo.  Como decía C.S. Lewis:  «Christianity and water». También da la impresión de estar en un mitin político, en donde se habla de ecología, integración, etc. y donde no aparece ni por si acaso el «signo de contradicción». No llama la atención que a la gente tampoco le llame la atención la religión. Si encuentra lo mismo en la universidad o en la política, ¿para qué entrar al templo? Con respecto al moralismo, las parroquias ‘progresistas’ no dejan de serlo: todo gira dentro de los estrictos límites de lo políticamente correcto.

Vamos a (a). Democratizar los cargos eclesiásticos quizá sea una buena idea para echarlos a ellos, quién sabe. La letra (b) merece una análisis detallado que no haré ahora. Es totalmente falto de rigor atribuir la falta de sacerdotes al hecho de que éstos no puedan casarse o ¡que las mujeres no puedan ser sacerdotisas!, y peor aún es poner las cosas en el mismo saco. Lo primero es una medida disciplinaria que puede cambiarse; lo segundo es algo que no le compete a la Iglesia por ser una decisión del mismo Cristo. Quizá si los sacerdotes y los cristianos dieran testimonio de lo atractivo de ser cristiano, un buen puñado de jóvenes se animaría –deo vocante– a ser sacerdotes. Pero como el énfasis está tan puesto en el valor de una autonomía abstracta y tan poco en el valor real y objetivo de ser cristiano, que entonces no aparece con claridad lo objetivamente bueno y bello de la conversión hacia Cristo y hacia su Iglesia. El punto (c) incurre en la confusión entre acto y persona. Al pecador siempre se le ha de acoger; pero el pecado no puede ser aprobado ni legitimado como válido. Y desde que existe la Biblia el divorcio y la homosexualidad (como actividad, no como condición, como aclara el Catecismo), cada una en su distinta esfera, son desaprobadas por la Iglesia (desde aproximadamente el siglo I).  Eso no quiere decir que la Iglesia le niegue su gracia a los homosexuales o divorciados; muy por el contrario, los invita con todas sus fuerzas a orientar su vida a Cristo dentro de la Iglesia como a cualquier otro hijo de Dios.

Todo esto aparece con toda claridad en el Catecismo y en el Magisterio de la Iglesia, recopilado por el mismo Peter Hünermann, que hoy firma el documento desde Tübingen. ¿De qué sirve tanto saber, si no se entiende nada? Bien profetizó el sabio Soloviev que al Anticristo le iban a dar el doctorado honoris causa en Tübingen.

Quedémonos con San Pablo, que gracias a Dios no se habilitó cerca del Rin: «Pues está escrito: destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. (1 Cor 1:19).

6 comentarios

Archivado bajo Religión, Scientia quae inflat, Teología

Edad de oro y milenarismo

por Toño

[NB : este artículo retoma el diálogo provocado por la reseña del libro de Viktor Ehrlich, ver infra]

Está tomando color la discusión, se van fijando los polos, a pesar de que en las primera líneas ‘estemos todos de acuerdo’. Como me considero en un polo – el polo ‘milenarista’ – le voy a contestar a José Tomás – el polo ‘edad de oro’ -. Quizás en el concenso acordamos que estamos en la edad de bronce, la edad de los hombres.

1. ‘Hay muchos Platones produciendo filosofía’.

Simplemente no lo puedo creer. Sé que hay muchos nombres sonando para la gente que está concentrada en la filosofía analítica, pero al menos yo no he aceptado aún la tesis de que la filosofía analítica es la filosofía misma – y no sólo un modo(o moda) de ésta-. Es cierto que la Analítica, que partió siendo Filosofía del Lenguaje, hoy habla de ética, de metafísica e incluso de arte. Aquí en Münster se habla de Filosofía Práctica cuando se refieren a Meta-ética analítica y hablan de Filosofía Teórica cuando se refieren a Filosofía de la Mente. Pero todo eso me es ajeno, así como a la mayoría de los que proclaman la Analítica les es ajena la tradición filosófica (José Tomás es una significativa excepción).
Creo eso sí, absolutamente, que hay una hegemonía de la filosofía analítica, así como hay que aceptar la hegemonía del sistema económico liberal más allá de que nos guste. Sin intentar sostener una gran tesis sociológica, USA no sólo salió vencedor de las grandes guerras en cuanto al dominio económico, sino que consolidó sus universidades, su sistema de investigación, el modo de producción intelectual y la hegemonía de su lengua. El paper, que nos atañe a todos, nos guste o no, es una estructura perfecta para un tipo de filosofía, yo diría que incluso para la lengua inglesa. Obedece al sistema de progreso de las ciencias naturales, promete resultados, rápidos y medibles. ¿Por qué permiten que exista la Facultad de Filosofía, qué estado moderno va a gastar su tesoro por la filosofía, ese tonel sin fondo? ‘Mira, pues que muestren resultados, queremos números, nos da lo mismo lo que hagan, ustedes son para nosotros como la facultad de Egiptología, queremos simplemente que sean los mejores rankeados’. Y la Analítica se acoge a esa estructura, no es más influyente en la sociedad que cualquier filosofía anterior, pero eso no es lo que importa, nadie le está pidiendo a la filosofía que cambie el mundo – ojalá por cierto que se saque esas ideas de la cabeza. Lo que tenemos es una ‘dinámica de secundaria gringa’ entrando a las aulas de la Academia: perdedores y ganadores.

Que hay mucho gran filósofo, que hierven las aulas con nuevas teorías? Yo no siento esa ‘primavera’ en el aire, perdón, es que yo no sé de qué están hablando! Absolutamente indefenso a ser criticado de ignorante, aunque preferiría que se me criticara por desinterés y aburrimiento, quizás por falta de ‘enthusiasmós’ frente a los nuevos modos de manifestación del Ser.

2. ‘Si uno quiere trabajar poco, con poca presión y hartos privilegios, tampoco es un buen momento para hacer filosofía’.

Que éste sea un tiempo bueno para los aplicados y un tiempo malo para los flojos (ven las cosas negras, pero la verdad es que tienen que ponerse las pilas!) lo acepto en un sentido: si escribo, significa que trabajé; si no escribo significa que no trabajé: conociendo ese mensaje, que todos tenemos en nuestros oídos, que nos pesa en nuestra conciencia, sólo el flojo no escribe, a menos que ese mensaje no pese sobre él, porque de alguna manera logró – hay maneras – garantizar su supervivencia. Yo quiero en el futuro trabajar en una universidad, no cuento con otra manera de supervivencia, escucho y me pesa el mensaje, luego si no escribo, sería un flojo. Pero habrían otras muchas maneras – si no nos pesa el mensaje – de no ser flojos: haciendo clases, dirigiendo tesis, fundando grupos de conversación con colegas y alumnos y quizás escribiendo un nuevo manual de ética para los alumnos de primer año. También escribiendo papers, porqué no, pero cuando tenga una buena idea y cuando esa idea se adecúe al formato paper. Lo de ‘poner la carreta delante de los bueyes’ que señala José Tomás, no es un caso demasiado particular, es muchas veces un modus operandi: pues si primero tengo mi contrato de trabajo, el mensaje de que debo escribir papers pesa sobre mí, creo que los bueyes se me quedaron ya atrás. No es que la mayoría de lo que se escribe sea basura, en general es bueno – yo hablo ahora de Antigua – y cumple con un mínimo de seriedad que es muy útil. Pero tiende al infinito, te puedes volver momia cubriendo las exigencias. No es mala la literatura, pero es tan enorme que se vuelve su lectura efímera como leer el diario.

Yo creo finalmente que en el fondo hay un modo distinto de entender la filosofía: no entiendo la expresión ‘producir filosofía’, creo que entiendo esta tarea de otro modo. Precisamente ahí veo yo la humildad del filósofo: leer la tradición, reconocer que las preguntas son las mismas, que los problemas son los mismos y que yacen en el fondo en el asombro del ser humano por el mundo y sí mismo. Reconocer que hablar de progreso en filosofía es una ideología.

Para mí sería útil conocer la respuesta a esta pregunta: Euclides para los matemáticos tiene valor histórico, quizás incluso propedeútico, pero fue necesariamente superado; los analíticos ven a Platón del mismo modo?

3 comentarios

Archivado bajo crisis de la filosofía, Filosofía

El drama de la literatura

por Toño

Estoy leyendo ‘Los Detectives Salvajes’ de Bolaño, porque tres alemanes del ámbito de la filosofía me lo nombraron apenas les hablé de que era chileno; uno había leído una obra, otro una buena parte, el otro, obras completas. Me sorprendí y cuando viajé a Chile por Navidad me compré la novela que llaman fundamental. Leí corrido las primeras 100 páginas, seguí dudoso hasta la 200 y ahí me detuve: simplemente no me gustaba. Hace una semana me junté con uno de mis alemanes: ‘¿qué le encontraste al libro?’, ‘pues’, contestó, ‘que mostrara cómo es posible darlo todo por la literatura’. Me parece brutalmente postmoderno darlo todo por la literatura, pero al menos me sirvió como acicate para continuar con la lectura, al menos la cosa se me apareció con una dirección.

¿Qué me molesto tanto? Lo reconozco abiertamente, la absoluta neutralidad moral. Es cierto que hay mucho sexo, modos de sexo, especies de sexo, pero eso no lo transforma en lo ‘a-moral’: ‘Neutro’ no es que el autor no juzgue a los personajes ni que los personajes no sean juzgados por la historia o no se juzguen entre sí: es que en último término no es posible hacer un juicio más allá de lo literario (nada te da pie!). ¿Y por qué tanta obsesión por juzgar? Porque creo que el drama de la vida y en lo que se ha fundado la gran literatura, es la decisión humana, la decisión y sus consecuencias, el peligro, la perdición y la salvación. ¿Que se trata de describir la realidad, que queremos conocer el mundo underground, cómo se vive en los bajos fondos? Pero si en Dostoievski tenemos prostitutas, borrachos, nihilistas y suicidas, y sin embargo – y quizás por eso mismo – nada impide que se traten las grandes cuestiones del hombre. Y si ya las grandes cuestiones no nos mueven – no lo creo -, hablemos del aburrimiento, del ‘último hombre’, del drama de la falta de drama (¿eso nos quiere mostrar el aburrido de Carver?).  Me gusta Paul Auster porque le da a un problema (a un drama) postmo, actual y real: la falta de identidad.

¿Y darlo todo por la literatura? Bueno, eso es algo, ok, eso es un drama, por eso sigo con el libro. Pero veo en este drama un ‘drama sin drama’ (de coleccionista), la obsesión por el fenómeno de la obsesión, la hipérbole de la meta-literatura, que tomó campo hace un buen tiempo (gusta como gusta el género de detectives). La literatura habla de la literatura, ¿qué es esta endogamia? No tiene que ver con la amplia cultura de Borges – un gran lector -, con su ‘idealización de los libros’ – que como las ideas platónicas, participan y se interconectan -. Quiero ver cómo Ulises Lima y Arturo Belano de Bolaño determinan realmente sus vidas por la literatura: ¿por amor, por nihilismo, porque simplemente les gusta? El gran nihilismo es absolutamente moral: Con el Extranjero de Camus o Julien Sorel de Stendhal tendrás que tomar partido. ¿Cómo se toma partido por la obsesión? ¿Cómo se toma partido por un sueño personal? ‘Tomo partido para que cada cual pueda lograr sus sueños’, para que sobreviva, se suicide o salga a matar.

Habrá que terminar de leer el libro, por mí ya sentenciado. Espero eso sí, una gran cantidad de comentarios que salgan en defensa y me sentencien a mí.

9 comentarios

Archivado bajo Literatura, Novela