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Chilenos en Disney parte 2

Los correos de los lectores de este blog a propósito del artículo “Chilenos en Disney parte 1” fueron más de los que me esperaba. Esto me confirma dos cosas: que los temas estéticos son muchísimo más importantes que los temas de contingencia política, y que el blog goza de buena lectura. Ambas cosas me ponen contento, máxime cuando los correos de los lectores denotan una variedad ideológica y psicológica interesante desde el punto de vista médico. Algunos ejemplos:

“Qué posteo más amargado. ¿Qué tiene de malo ir a Disney? ¿Por qué juzgas a la gente? El Papa dice que no hay que juzgar”

Otro: “Muera Disney, engendro neoliberal, hijo de la conspiración feísta-capitalista”

Este me pareció muy bueno: “Estimado Sr. Domínguez: ¿Por qué escribe  en forma de diálogo? ¿Será acaso para ocultar su opinión detrás de su amigo ficticio? ¡Larga vida al imperio austro-húngaro!”

Otro correo me dejó pensando. Dice así:

“Te escribo desde Epcot Center. Vine con mi familia a Disney aprovechando las vacaciones que me da el MBA y lo hemos pasado espectacular. Con mi mujer nos alegramos con la cara de felicidad de nuestros niños al conocer varias culturas en este maravilloso lugar.  Se nota que no has venido para acá y no has tenido la experiencia de experimentar este mundo fantástico. Me imagino que eres de esos papás que sólo piensa en sus intereses pero no en los de los niños. Déjame contarte que también hay papás que piensan en sus hijos para las vacaciones, y que se endeudan para darles lo mejor. Saludos, A.B.”

 

Googleo “Epcot Center” para entender de qué se trata. ¿Será ese castillo de hadas infesto, copia colorinche del castillo alemán de souvenir? No, Epcot Center es otra cosa. Es un complejo turístico–cultural (¡!) en el cual tú y tu familia pueden, en cuestión de horas, conocer y experimentar diferentes culturas. Hay un réplica de un barrio parisino, una piazza italiana, una fortaleza medieval china, etc. Me meto en la página oficial de Epcot Center [http://disneyworld.disney.go.com/es/parks/epcot/attractions/] y me encuentro con esta descripción del “Italy Pavillion”:

Entusiásmate con puntos de interés fascinantes, que evocan la Fontana de Trevi en Roma, y el campanario de la Plaza de San Marcos, y disfruta de comida auténtica en Tutto Italia Ristorante y Via Napoli Pizzeria e Ristorante. Músicos, payasos y grupos de actores ofrecen gran entretenimiento en la piazza.

Leamos la descripción del “France Pavillion”:

Pasea por un barrio de París, hasta con una vista completa de la Torre Eiffel. Restaurantes y panaderías ofrecen delicias tentadoras, las tiendas ofrecen perfumes, una pantalla de cine muestra la encantadora película Impressions de France y artistas callejeros te entretienen con su espectáculo.

Averiguo un poco más. Después de buscar un rato, me entristezco al enterarme de que no existe una “atracción” dedicada a Chile ¿Cómo sería la descripción Disney del “Chile Pavillion”?:

epcotcenterday1map

distopian post-modern monster Wonderland

“Pasea por un barrio de Santiago, donde podrás jugar a discernir lo cerros a través del smog impenetrable y podrás jugar a evitar lanzas y portonazos. Date una vuelta fascinante por la Isla de Pascua y por el Desierto de Atacama, donde probarás la típica comida del curanto atentido por simpáticos moais. Un grupo de mapuches te hará sentir en pleno machitún, todo esto dentro de una encantadora casa móvil tirada por bueyes chilotes al ritmo del Sau-Sau- Leru”.

 

Le muestro a mi amigo la hipotética descripción de un «Chile Pavillon» en Disney.  – «Qué imbecil suena» – me dice buscando, nervioso, uno de sus cigarros. Y continúa: «-¿Por qué entonces torturar a tus hijos llevándolos a este infierno del souvenir, a este lugar común hipostasiado, a este cliché extendido por miles de hectáreas?»

-Misterios de la noventología…» respondo, apesadumbrado.

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Los miserables (Les Miserábles) 2012.

P.D.

Los miserables (Les Misérables). EE.UU. 2012. Dir: Tom Hooper. R.Hugh Jackman, Russel Crowe, Anne Hamiserablesthaway. Basado en el musical Les Misérables, de Claude-Michel Schönberg, libreto de Alain Boublil and Jean-Marc Natel.

1. ¿Cómo se lo explico?

Premisa 1. Todos los musicales son horribles. Premisa 2. Los miserables es un musical. La conclusión lógica es:

a) Los miserables es un musical.

b) Los miserables son gente miserable.

c) Depende de qué sistema de lógica estemos usando.

d) «Los Miserables» es un musical horrible.

e)  «Ustedes, los ricos, lloren y giman por las desgracias que les van a sobrevenir.» (Santiago 5, 1)

2. ¿Qué puede resultar de una copia de una copia de algo mediocre (a saber, la novela de Victor Hugo)? La respuesta a este misterio especulativo se halla en:

a) “Todo está en ti” de Gerardo Rocha

b) “Sexo y carácter” de Otto Weininger

c) “La raza chilena” de Nicolás Palacios

d) “La concentración del poder Económico” de Ricardo Lagos Escobar

e) “La República” de Platón.

3. ¿Qué es peor?

a) Ir a Nueva York y llegar contando que uno fue a ver Los Miserables.

b) Ir a Buenos Aires y llegar contando que uno fue a ver Los Miserables.

c)Haber participado en un musical en el colegio y no ocultarlo.

d) Hacer musicales en la universidad.

e) Cometer actos terroristas.

4. ¿Qué compact le regalarías a tu peor enemigo?

a) “Música de Matrimonios”, incluyendo hits como “Margaritas” y “Milagro de amor”.

b) “Grandes éxitos” de Susan Boyle.

c) “Los miserables” versión francesa.

d)»Los miserables» versión broadway.

e) Poupurrí de Los Miserables, El fantasma de la Ópera,  Miss Saigon y Cats.

5. ¿Qué es lo peor del mundo contemporáneo?

a) La televisión y los musicales

b) Los teléfonos inteligentes y los musicales

c El nihilismo existencial y los musicales

d. La caída del Imperio Austro-húngaro y los musicales

e. Todas las anteriores

6. Si Victor Hugo viese la película de Los Miserables, ¿cómo reaccionaría?

a) Le encantaría

b) Se convertiría al catolicismo

c) Encontraría que le faltó sentimentalismo.

d) Se cambiaría de sala para ver James Bond

e) Diría: ¿Yo escribí esta cursilada?

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El problema universitario chileno

P.D.

El problema de la universidad chilena es el pésimo nivel de sus alumnos, que llegan deformados desde el colegio. Por lo tanto el problema de la universidad chilena está en el colegio. ¿Qué pasa en los colegios? Simplemente no pasa nada, ése es el mayor problema. Un alumno puede pasar diez años de su vida yendo todas las mañanas a un establecimiento, aprobar todo con un cómodo promedio 5,8 y simplemente salir de ahí a los dieciocho años sin saber qué diablos hacer, perdido en el planeta tierra, sin los conocimientos básicos de un ciudadano con derecho a voto, sin una cultura que le haga situarse en la línea de la historia, con mala ortografía y una pobre capacidad de expresarse en su idioma materno, ignorante total en inglés o el idioma extranjero que le tocó (pudo ser el chino mandarín de los colegios del ministro Bitar)  incapaz de estudiar, esto es, de poder sentarse frente a libro por algunas horas e intentar aprehender una idea, y lo que es peor, falto de interés y afán por aprender cualquier cosa. Y no deja de tener razón: si la historia o la ciencia es lo que le enseñaron en el colegio, entonces no vale la pena dedicarles mucho tiempo.

Este alumno ha sido estafado. Durante diez largos años de su vida, cada minuto y cada segundo, ha sido estafado. Desde que la parvularia no lo obligó a comerse la colación a su hora, desde que el profesor de básica se le ocurrió enseñarle a leer y a escribir con métodos más “amigables e intuitivos”, desde que en la adolescencia no le sacaron trote, sino que lo dejaron a merced de su “propia creatividad”, desde que los propios profesores, ya por tedio, por temor o simplemente por un arranque inexplicable de ternura le perdonaron, una y otra vez, sus atrasos, travesuras y faltas de respeto (“es un chiquillo, qué le vamos a hacer, hay que darle una quinta oportunidad”). Desde que el director decidió no dejarlo repitiendo de curso aunque tuviera muchas materias sin aprobar, desde que el profesor de castellano consideró que la ortografía no era importante o que la Ilíada era un libro demasiado largo. Todos los días una estafa nueva. El estafado va creciendo sin hábitos, sin exigencias, sin deslumbrarse con la ciencia o el arte, y por lo tanto sin proyectos personales. Esos profesores que le perdonan todo se han transformado en seres ridículos, útiles para hacer bromas : rara vez un ser

Gaudeamus Igitur. («Carrete mechón» en Con-cón)

ridículo podrá ser modelo. El estafado cree que el conocimiento es algo fácil: tiene un excelente promedio en filosofía, porque en la última clase el “profe” le puso un 7 al “trabajo en grupo” sobre el amor platónico, sacado de internet. En historia le va bastante bien, sacó un 6,5 en la examen final con alternativas, porque se sentó al lado del mateo y pudo copiar. Yo no tiene miedo a que lo sorprendan copiando: una vez lo pillaron y le dieron otra oportunidad, porque su mamá amenazó al colegio de que si le hacían algo, iba a denunciarlos. En inglés todos los años ven las mismas cosas: los colores, nombres de la ropas y los verbos en pasado. De leer algún libro en inglés, ni hablar.

El estafado llega a 4o medio, ocupa casi todo ese año en preparar la prueba de selección académica, rinde dicha prueba y entra a la universidad que le corresponde por su puntaje. Y los profesores universitarios se sorprenden: tienen en frente a un analfabeto. Si fuera un par, sería una anécdota, pero como son un ejército los estafados, entonces para evitar el desastre hay que hacer muchos ramos introductorios, incluso dar cursos de castellano o de cultura general, armar “5º medios” para evitar la fuga masiva de alumnos. ¿Qué puede hacer la universidad si en el colegio no se aprendieron nociones fundamentales? Nada. Quod schola non dat, universitas non praestat, es el dicho que queda como anillo al dedo.

Se habla mucho de la desigualdad social en la educación, de que la cuna determina la calidad de educación, etc. Pero yo veo que los estafados son una clase transversal, los hay ricos y pobres por igual. Incluso se podría pensar que los que desembolsaron millones durante diez años fueron más estafados, porque además de deformarles la cabeza les robaron la plata.

¿Qué está pasando en nuestros colegios? ¿Son la mayoría de los profesores malos, como se deja entrever en mi relato caricaturesco, o sólo algunos de ellos? ¿Son éstos a su vez víctimas de un sistema perverso, que los obliga a ser mediocres para poder sobrevivir? ¿Existe alguna solución realista a este problema de la estafa? Todo eso en la próxima columna. Hasta entonces.

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Un poco de rabia veraniega. A propósito del «genio» de Steve Jobs

por P. D.

Una de las cosas que más llaman la atención de la muerte de Steve Jobs -fundador de Apple y gurú de los aparatos tecnológicos- es el abuso del término “genio”.  Parecía que todos estábamos de acuerdo en que se nos había ido un genio de esta tierra: era Beethoven o Dickens el que dejaba de respirar. El periodismo nos sigue recordando, de tanto en tanto, que Jobs fue algo así como el genio del siglo XXI, el Leonardo da Vinci del que todos debemos aprender. Nos recuerdan

The genius of our time

que su biografía fue el libro más vendido en amazon durante el año que acaba de terminar, y que su muerte fue “trend topic” de twitter. La Tercera, el diario aspiracional por excelencia, le dedica día por medio una columna, en donde no abundan la “innovación”, el  “liderazgo” y el  “emprendimiento”, los tres mantras que no pueden faltar en un discurso de buen tono sobre lo que Chile debiera ser. Ministros, subsecretarios, gerentes veinteañeros y empresarios coludidos se dejan ver con la biografía de Jobs bajo el brazo en el balneario de turno.

He tratado de sintetizar en el párrafo anterior toda la basura que el periodismo, las “élites” -como diría algún columnista- y el mundillo de adictos a twitter tratan de hacernos tragar día tras día: esa mezcla insípida de discurso yuppie de que lo importante es innovar y liderar, que la tecnología te cambia “la forma de ver el mundo” y que Chile está atrasado por no ser como Silicon Valley y porque nadie lee The Economist ¿Suena demasiado tonto? Lo triste es que mucha gente piensa así, partiendo por Piñera y 1 de cada 2 ingenieros comerciales y civiles acostumbrados a dispersar su opinología como la lepra.

Es la maldita anglofilia, alguien podría pensar. Pero no es así. Si en Chile fuésemos anglófilos, la gente andaría loca comprando Dickens en las librerías, peleándose los tomos de la enciclopedia británica y tirando chistes chestertonianos tras una buena cerveza negra; o leyendo Mark Twain, riéndose del humor neoyorquino de Woody Allen, construyendo

La nueva virtud teologal

casas al estilo de Boston o coleccionando discos de Johnny Cash. Pero no: es justamente al revés. La calidad es lo que no importa. Se trata de ser una mala copia de la copia de la copia, en eso somos expertos, en fabricar sucedáneos bajados de manual de auto-ayuda. ¿Y cómo se logra esta copia? Imitando a Jobs. Emprendiendo. Innovando. Liderando.

Si abrimos un diccionario español-alemán y buscamos la voz castellana “líder” o “liderazgo”, veremos que el alemán da “Führer” y “führung”. La primera palabrita nos tiene que sonar, ¿no?. Imaginémonos ahora los siguientes títulos de best-seller: “Steve Jobs, el gran Führer”. “Sé un Führer, innova”. No está nada mal el ejercicio para darse cuenta de que ser un líder puede significar cualquier cosa. ¿No era llamado “Líder” el fallecido dictador de Norcorea? Me imagino un próximo libro: “Los grandes líderes emprendedores de la historia: Hitler, Stalin, Bill Gates”.

Retomando el primer párrafo ¿Era entonces un genio Steve Jobs? El tipo se hizo indudablemente millonario, o sea, sabía de negocios. Pero eso no da para usar la palabra genio. Alí Babá, Carlos Cardoen, Andrónico Luksic y ‘El Conejo’ (del maní confitado) ¿son entonces

nuestro país necesita líderes (Führer)

unos genios? No pues compadre, al lado de los genios (en sentido romántico) como Dante o Brahms son unas alpargatas. ¿Hizo Jobs un aporte a la humanidad inventando un teléfono ondero con pantalla táctil? Sí, pero menor al aporte del cierre Eclair (¿el señor Eclair?) o del que inventó las pastillas de cloro para las piscinas. El difunto Jobs hizo que la vida de una minoría que vive en el primer mundo tuviese un acceso más cómodo a la tecnología, vendiendo ideas creadas por sus empleados. Un buen negociante fue Jobs. Nada hay de malo en ello. !Pero déjennos en paz! ¡Al menos por estética no nos propongan héroes morales ni intelectuales sacados de revistas para computines o Führer del retail!

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Post data: Antología del emprendimiento genial

http://www.latercera.com/noticia/portada/2011/12/653-418885-9-el-verdadero-genio-de-jobs.shtml

http://www.guioteca.com/crecimiento-personal/steve-jobs-un-ejemplo-de-crecimiento-personal/

http://www.elmostrador.cl/opinion/2012/01/03/jobs-pensar-diferente/

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Entrevista a Viktor Ehrlich. Sobre la educación

 El profesor Ehrlich, ya citado en un artículo anterior de este blog (https://ruletarusablog.wordpress.com/2011/01/28/una-polemica-intempestiva-reedicion-de-viktor-ehrlich-1973-die-krise-der-philosophie-hoffnunglosigkeit-verlag-tubingen-munster-new-york-300-pp/), fue no sólo un pensador fecundo en las áreas más especulativas de la filosofía, sino que también un agudo observador de la realidad mundial, un gran conocedor del arte y un pedagogo. En lo que sigue reproducimos un fragmento de la entrevista que le hiciera el periodista y economista Johannes Oxenweide publicada en el semanario Der Spiegel en 1969 y recopilada por Alois Blüthner en el libro Unterhaltungen mit Viktor Ehrlich (1978), en el que dentro de los temas tratados se halla el problema de la educación. Creo que puede ser interesante leer este breve fragmento, que guarda parecidos asombrosos con la discusión que se está llevando a cabo en Chile desde hace unos meses.

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JO: Profesor Ehrlich, ¿qué piensa de las protestas recientemente acaecidas en todas las universidades del mundo? [se refiere a Mayo del 68]

VE: Mire, hay algo interesante en todas estas protestas, y es el modo. La manera que tienen de protestar los jóvenes dice bastante del nivel cultural y espiritual en que viven.

JO: ¿A qué se refiere?

VE: Me refiero al hecho de que para mi es más significativo el cómo protestan que por qué protestan. Lo último puede ser reducido a un puñado de doctrinas más o menos detectables (anarquismo refrito, izquierdismo pacifistoide, la disyunción antiguo-moderno), pero el modo en que protestan y cómo se expresan es inédito. Lo hacen con agresividad y falta de inteligencia . Hace poco ojeaba el Le monde y vía cómo en sus pancartas había demasiadas faltas de ortografía. Eso me da para pensar. (Coge el periódico y muestra unas fotografías).

JO: Y sin embargo, muchos de estos estudiantes han puesto temas en el tapete que antes no se discutían, o que al menos no eran objeto de atención.

VE: Puede ser: per accidens un eclipse de luna puede ser causa de una sinfonía, qué sé yo. Yo lo invito a pensar el tema de la educación alejándonos un poco del ruido de las últimas protestas y concentrándonos en la siguiente cuestión: ¿qué es educar? ¿qué es la educación universitaria, como forma específica de educación?  ¿quién es el que se educa y para qué? Preguntas difíciles, sin duda. Pero mientras no concentremos allí nuestra mirada, poco sacaremos con tratar de arreglar todo lo restante, como si lo “restante” (das Übrige) pudiese ser pensado aparte de estas cuestiones fundamentales. Se habla mucho de la que educación tiene que ser democrática. A mi me parece bien, mientras no transformemos a nuestros jóvenes en una rebaño de tarados (Schwarm von Dummköpfe) so pretexto de que todos tienen el mismo derecho a ser tarados. Yo prefiero conversar con un hombre rústico que con uno de estas “inteligencias críticas” que creen saber algo pero que no saben siquiera tomar un tenedor o hablar su propio idioma con cierto rigor (Akribie).

JO: Para Ud. ¿ qué sería un hombre educado? ¿No es acaso demasiado pesimista o exagerado afirmar que nuestros jóvenes no saben hablar su propio idioma? ¿Qué quiere decir exactamente?

VE: Me refiero a que un idioma, una lengua, no sólo es un conjunto de palabras para referirse a las cosas, sino que es también la historia viva de esas palabras, las literaturas que se hallan activas en la lengua. Hoy, en Alemania, todos los

El profesor Dr. Viktor Ehrlich

jóvenes dicen saber inglés. Y Ud. les entrega un texto de Emerson o de Dickens  y a duras penas pueden leerlo. En efecto, saben inglés para ir a Mallorca y conversar con los ingleses sobre el clima y el fútbol. Y vender o comprar cosas. Eso no es saber una lengua. La educación escolar y universitara va rumbo a transformarse en una mera técnica para hacer más eficiente el comercio.

JO: Me parece demasiado catastrofista su visión, profesor. ¿Cuáles serían sus medidas prácticas para solucionar el problema de la calidad de la educación? Últimamente hemos presenciado un debate entre la CDU el SDP [se refiere a los dos partidos  políticos mayoritarios de Alemania] sobre el rol que deben cumplir los impuestos estatales para inyectárselos a las escuelas con peores rendimientos a nivel nacional. Sin duda es un gran avance, y como país no podemos menos que sentirnos optimistas al respecto.

VE: En primer lugar, dejar de pensar que esto es un “problema a solucionar”, como si mi automóvil estuviese averiado y yo tuviese que ir al mecánico para que éste me “solucionase el problema”. La educación es más que un problema solucionable mediante una inyección de dinero aquí y allá. Esa es una arista del asunto. Pero nadie habla sobre qué hay que enseñar: qué debe saber un joven en el colegio o en la universidad. Y porqué debe saberlo. ¿Qué método de álgebra hay que ocupar? ¿Debemos leer a Sófocles y a Schiller y a Lope de Vega? ¿Es el deporte más importante que la química?  Y temas de fondo: ¿Cuál es la relación entre bondad y belleza? ¿Cómo se puede educar integralmente a una persona?

AH: ¿Pero no sería acaso demasiado rebuscada y bizantina esa discusión? Me refiero a que fácilmente podemos caer en un debate interminable de intelectuales, que poco le interesan a la mayoría. En la última encuesta Zwillingen de 1968 se dice: el 2 % de los alemanes cree la literatura y la lectura de los clásicos es relevante para la educación escolar.

VE. Ahí tiene Ud.  Se viene una era cataclísmica. ¿Ud. sabe lo que significa Bizancio?

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Traducción: P.D.

Fuente: Blüther, Alois (Hg.) Unterhaltungen mit Viktor Ehrlich (1978). Hoffnungslosigkeit Verlag. Tübingen-Münster-New York, 254 pp.

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“Se cierra facultad”. Lucro en la universidad.

por Patricio Domínguez V

Mi anterior posteo en este blog se trató sobre la Ciudad de Dios, de San Agustín. El rating estuvo bastante bajo. Cambio de estrategia: este artículo tratará sobre la ciudad de los hombres, y en concreto, sobre lo que pasa hoy en la turbulenta Santiago de Chile. Ayer, haciendo los mandados en el supermercado, me topé con Camila Vallejo en la portada del diario Die Zeit. Eso fue el acabóse. Pensaba mantenerme “distante” del problema (en este blog) pero el rostro de Camila me persigue hasta en la sopa. Entremos, pues, en tierra directa.

¿y Ud. lucrará también con su título universitario?

Uno de los conceptos centrales en esta maraña difícil de conceptualizar es el “lucro”. La ley vigente lo prohíbe en la universidad, pero la ley, por a, b, o c motivos, no se ha aplicado. El por qué no se ha aplicado la ley da para largo. En este post intentaré abordar el tema del lucro y justificar por qué creo que el factor “lucro”, sino es subordinado a otros fines, empobrece a la universidad.

Partiendo de la base de que lucrar no significa sin más “tener utilidades”, sino más bien adquirir ganancias monetarias que repercuten externamente a la universidad, los estudiantes de izquierda, que son quienes lideran el movimiento estudiantil, dicen que el lucro es nocivo para la calidad de la educación, y por tanto hay que eliminarlo (ya sea haciendo cumplir la ley existente o creando otro mecanismo más efectivo). Sin entrar a tocar el tema central de qué significa educación de calidad, y tomando la frase en su acepción más literal, creo que la frase es completamente verdadera. No se trata de “demonizar” el lucro o el negocio: se trata más bien de reconocer que la esfera de los negocios, el reino de la oferta y la demanda, del buen producto y del “emprendimiento”     no lo abarca todo en la vida. Yo mismo soy un gran admirador de algunos empresarios (sobre todo de los agrícolas) y me gustaría un día tener una empresita de, por ejemplo, huevos de codorniz (a los 12 años intenté hacerlo, sin buenos resultados). Se trata de reconocer los viejos límites de las cosas; de reconocer que la realidad humana es más compleja como para subsumirla toda ella en uno de sus subconjuntos.  Así como resultan majaderos los que hablan no sólo de sistema político democrático, sino que hablan de familia democrática, arte democrático, religión democrática, persona democrática etc. ¿no suenan simplones quienes intentan captar todas las esferas de la realidad desde los criterios del negocio: los que hablan del educando como del “consumidor” de educación, y de la educación como de un “producto”?

nemo potest duobus dominis servire...

Pero volvamos atrás: una de las consignas estudiantiles es “abajo con el lucro en la educación universitaria”. Esta consigna me parece, como dije, acertada. ¿Por qué? ¿Porqué algo -hacer un negocio-  que considerado en sí mismo no es malo es nefasto cuando es aplicado a la universidad? Por la siguiente razón: destruye una de las características propias de la universidad, que es ser un lugar de reflexión y estudio. Si la universidad es el lugar por excelencia para aprender y estudiar, no pueden faltar en ella las carreras teóricas, aquellas carreras que se caracterizan por orientarse a la reflexión, al estudio y a lo que los antiguos llamaban otium, y cuya conexión con el mundo de la producción fáctica o de la acción es más bien indirecto y mediado, aunque no por eso menos esencial. Dentro de estas carreras están, por ejemplo, la filosofía, la historia, la literatura y las filologías, entre otras. Por lo general, consideramos que una universidad es más completa o más “universitaria” si dentro de ella existe el lugar el cultivo de estas disciplinas, y más incompleta o pobre a una universidad que no tiene lugar para ellas. Pues bien, una universidad con fines de lucro tenderá siempre a ser de aquellas del segundo tipo. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que dado como es el mundo, estas carreras o disciplinas son elegidas y practicadas por poca gente, y por lo tanto estas disciplinas tenderán a concentrarse en carreras deficitarias desde el punto de vista netamente económico. Tener una facultad de filosofía, de literatura, de historia es potencialmente contradictorio con la idea del lucro como fin de la universidad; y no como se dice por ahí, compatible ( ver  carta a la  Tercera de Rodrigo López http://www.latercera.com/noticia/opinion/correos-de-los-lectores/2011/08/896-387200-9-lucro-en-educacion.shtml). Una universidad no puede querer ser buena (es decir, tener en sí facultades de historia del arte, filosofía y literatura, entre otras) y querer ser lucrativa al mismo tiempo, pues tarde o temprano ocurrirá que una de estas facultad haga aguas económicamente, y la se plantee la disyuntiva excluyente: o mantener la carrera y sacrificar el lucro, o cerrar la carrera y salvaguardar el lucro. Como dice la metáfora evangélica: no se puede servir a dos señores.

A partir de lo anterior, podemos distinguir dos tipos de lucro negativo. El primero, el más craso, es el de aquellas universidades cuyo único fin es el lucro. Son aquellas universidades que tienen precio, que se pueden comprar al mejor postor (En sus propagandas realzan orgullosos el pertenecer a tal o cual conglomerado norteamericano). En ellas es altamente improbable, por decir imposible, que haya buena calidad. Un segundo tipo son aquellas universidades que, teniendo un proyecto universitario más profundo (levantan carreras menos lucrativas, invierten en biblioteca o investigación, contratan profesores a tiempo completo) están finalmente determinadas por la idea del lucro (o del “auto-financiamiento” que viene a ser como el eufemismo del lucro, si se aplica a cada facultad tomada aisladamente). Son la mayoría de las universidades privadas. En estas universidades subsisten el estudio de la filosofía o la literatura a pesar de sí mismas, a duras penas. Por ejemplo, hace unos años la  U. Adolfo Ibáñez cerró filosofía, y la Universidad del Desarrollo cerró letras (¡dos universidades que hoy se pavonean de ser “sin fines de lucro”!). Los exalumnos de esas carreras son hoy exalumnos de carreras que no existen. Alguien podría replicar que esas carreras murieron solas; que nadie se inscribía en ellas, etc. Pero, ¿no es acaso una buena universidad, justamente, aquella que mantiene vivas las carreras liberales, sin dejarse llevar por las modas económicas o por los números azules? ¿No es acaso la universidad el lugar del saber gratuito, no en sentido económico, sino en un sentido más profundo: el cultivo del saber por la pura satisfacción y belleza que éste da?

Schola negotiorum: contradictio in adiecto

En Chile, producto de la excesiva economización de las mentes a partir de los años 70, cualquier cosa que no se auto-financia se mira como sospechosa. Muchos creen que una casa de ópera tiene que auto-financiarse, por ejemplo. ¡Vivir de las entradas y abonos de ópera! Ni la ópera de Viena lo hace. Pongámonos en el caso de que se instalara una casa de ópera en Viña del Mar o Concepción. Probablemente contratarían a un administrador como mandamás del teatro, recién llegado con su flamante diploma de MBA.

izquierda y derecha unidas / jamás serán vencidas / en lograr la mala educación

Cuando este genial administrador del teatro vea los números en rojo después de unos semestres, exclamará eureka, esto hay que cambiarlo; subamos los precios de las entradas o cambiemos el programa musical. O una de las dos: o subimos los precios -limitando el acceso a la cultura a los que pueden pagar menos- o damos puro Verdi (repitamos la Traviata 20 veces), para que el teatro se llene siempre y se pueda autofinanciar. Desde la mentalidad economicista una ópera de calidad  es imposible,  ¿por qué sería posible entonces una buena universidad?

Post data:  Lástima que ni Camila ni Giorgio ni Jaime compartan estos argumentos. Para ellos, la buena calidad en la educación se reduce a una reivindicación del derecho que debería tener todo chileno a lucrar con su título, y no sólo unos pocos.

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Tres cuadros sobre la ambigüedad

por José Antonio Giménez Salinas

Para este texto tomo tres cuadros: la discusión en Chile sobre relaciones de hecho y matrimonio homosexual, la entrevista a Gianni Vattimo del 2008 (se encuentra online en www.unabellezanueva.org ) y la película ‘Il bueno, il brutto, il cattivo’ de Sergio Leone.

Primer cuadro: La vieja, pre-cristiana institución del matrimonio, una de las pocas señales de humanidad que permanecen en el hombre, es puesta en cuestión. No quiero ser apocalíptico, pero creo que los nombres que cargan con demasiados significados, terminan por perder toda significación. Si adherimos al nombre ‘canino’ las características de ‘felino’ y – para mostrar el caso extremo – de todas las demás especies ‘mamíferas’, ‘canino’ no dirá nada más que ‘mamífero’. Y es triste, porque la riqueza de ‘canino’ está en su especificidad, no en su generalidad.

La institución del matrimonio que, como señala Giambattista Vico, junto al entierro de muertos y la relación con lo trascendente, constituyen la huella del hombre en la historia, es puesta en cuestión, al desvanecerse sus límites para que lo abarque todo, de modo que luego, no signifique nada. No hago un juicio sobre la homosexualidad, sólo quiero subrayar que ningún pueblo pre-cristiano quiso integrar la homosexualidad en la especie ‘matrimonio’. De hecho, en un pueblo como el griego, propietario de una verdadera ‘cultura de la homosexualidad’, no hubiera aceptado dicha integración, dado el carácter no-funcional de las relaciones homosexuales. Pero también el homosexual moderno, decimonónico por ejemplo, se caracterizaba por un profundo desprecio del matrimonio, la ‘institución burguesa por excelencia’. ¿Qué quiere el homosexual? ¿Ser reconocido, tolerado, respetado o ser domesticado? ¿O simplemente hacer explotar dicha institución, ‘quitarla del medio’, para evitar su expresión molesta de autoridad y reproche? Porque al final no quedará nada señores, un matrimonio sin especificidad y una homosexualidad estructurada en patrones que no le son naturales.

Segundo cuadro: Vattimo, uno de los filósofos vivos más renombrados, habla con demasiada ambigüedad y dialéctica: no alcanzo a capturar sus ideas. Su español, adecuado, está rebosado de condicionales y subjuntivos. Recuerdo las notas de su conocido pensiero débole: permanecer en el último risco del abismo, en donde se desintegra la identidad. En la inminencia de la abolición del tiránico sujeto ‘yo’, se le perdona la vida, moribundo, para que levante una leve voz de differánce, que por su infinita historicidad y particularidad, no puede dañar a nadie. La ambigüedad es absoluta. No se ha rechazado el discurso como Sexto Empírico ni se decidido callar como los místicos: la parola continúa eterna – pero históricamente – refractándose en significados, siguiendo caminos advenedizos. Porque la palabra no refiere, sino que difiere, funda diferencias, funda ‘ambigüedad’.

Tercer cuadro: el spaghetti western, un bálsamo, una parodia que es un homenaje, la exageración de un estilo para que permanezca inmortal. ¿Qué nos pinta Leone en el más famoso de sus spaguettis, ‘El bueno, el malo y el feo’? Tres buscadores de recompensas – el penúltimo tema lo titula Morricone ‘El éxtasis del oro’ –, absolutamente indiferentes a la Guerra Civil que tiene convulsionado a Estados Unidos, en busca de un tesoro escondido en una tumba. Los tres en duelo, escena de antología, invita a la pregunta por la ambigüedad del film (http://www.youtube.com/watch?v=pmdAsL1n6q4). ¿Quién debe morir, quién debe ganar? ¿El bueno (Blondie), el malo (Sentenza) o el feo (Tuco)? ¿Quiere Leone que nos confundamos en la decisión, que no captemos las diferencias, que veamos en buenos, malos y feos a simples buscadores de oro?

¿Quiere Leone, tomando los demás cuadros, que ‘pongamos a todos en el mismo saco’, que suprimamos las tradicionales diferencias entre las especies, que dejemos de lado las grandes identidades (¡bueno…malo…feo!) y pongamos antes la mirada en la differánce, que no se arrodilla ante ‘ídolos’ y que no enarbola ‘banderas’? Pues creo que no, veo en Leone otras intenciones.

Es cierto, la ambigüedad existe, en el film y en la realidad: en este mundo no hay buenos ni malos ni feos, en sentido absoluto. El punto de partida de la realidad es siempre una ‘mixtura’, la síntesis difusa de hábitos, creencias y relatos: por esto
me parece muy razonable que los protagonistas de las novelas del siglo XX sean siempre ambiguos (los protagonistas de la tragedia griega o schakespereana no eran muy distintos). Porque la tragedia exige movimiento y tal movimiento sólo es posible desde la esquizofrenia del espíritu, la co-presencia de lo bueno, lo malo y lo feo. Quizás el único relato no-trágico de la historia
de la literatura occidental es la ‘muerte de Sócrates’ en el Fedón (y aún esto es discutible). ¿Y la vida de los santos? Hay una imagen ‘piadosa’ de los santos como ‘impasibles’, como aquéllos que ‘suprimieron la lucha’: no creo que sea así.

Sin embargo, dicha ambigüedad, dicha ‘esquizofrenia del espíritu’ puede ser en el transcurso de la vida humana parcialmente abolida – siempre en la medida de lo posible –. Hay intentos, elecciones, caminos que se toman o dejan de tomar, que van esculpiendo el temple de cada persona. Eso es lo que yo veo en Blondie, Sentenza y Tuco, personajes que uno comienza por identificar con Ideas puras, y termina por reconocer como Personas. Y precisamente en ese carácter personal se van mostrando las notas distintivas, que no son mera differánce, sino fugaces reconocimientos de la presencia de una persona. Las escenas son muchas, pero hago sólo referencia a una: cuando Blondie le ofrece una ‘fumada’ al soldado moribundo (http://www.youtube.com/watch?v=vTMpUL8MmTU&feature=related [minuto 3 a 5]). No le importa el bando, porque quizás no le importe la guerra; pero intenta mermar el dolor del prójimo: le pasa su manta, comparte su cigarrillo y lo acompaña en el momento de su muerte. No sé si haya una mejor descripción de la muerte digna, instalada en medio del ‘éxtasis del oro’ y de la indiferencia ante la guerra. Esa es la ambigüedad de Leone, ‘ésa’ es precisamente la presencia de ‘lo bueno y bello’ en medio de ‘lo malo y feo’. ¿Es esto pensiero débole o simplemente volontá débole?

Quería presentar de un modo bastante libre la importancia de atender a la ‘ambigüedad’. Los cuadros pueden ser casuales: la noticia del momento, un programa visto hace unos días, la película que tengo en la cabeza. Me interesaba quizás distinguir sobre todo entre la ambigüedad de la voluntad (volontá débole) y la ambigüedad del pensamiento (pensiero débole). Me parece que esto se encuentra respectivamente en el cuadro de Leone y en el cuadro de Vattimo. Finalmente, creo que el curso de la discusión sobre el matrimonio homosexual, al menos como fue planteado por Carlos Peña hace una par de domingos, es un buen ejemplo de debilitamiento de un concepto o, dicho de otro modo, de supresión del carácter específico de una palabra.

Ahora, amigos, ¿qué hacemos con las palabras? ¿Cómo capturar la luz que se refracta, cómo volver a nombrar las cosas? ¿Con qué acorde permitiremos que ellas (las palabras y las cosas) vuelvan a resonar?

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Hidroaysén: ecónomo, ecólogo y hombre prudente

por José Antonio Giménez

Escribo una opinión sobre Hidroaysén porque un amigo me urgió a poner el tema en esta tribuna y porque, aunque el tema en un comienzo me parecía ajeno, me ha comenzado a interesar.

Lo que más me ha llamado la atención es la multiplicidad de opiniones encontradas en diarios, en blogs y en facebook, con las cuales podría formarse un bonito y grueso volumen con buena venta (una idea).

Mi primera reacción frente a estas opiniones fue – naturalmente – mirarlas con escepticismo, por la misma razón por la que los sofistas comenzaron a dudar del derecho natural: ¿qué síntesis es posible después de leer mil opiniones distintas, cada una con su énfasis, cada una con su tono y sobretodo cada una con tono catedrático? Pero había otra razón para mantener la distancia: Hidroaysén me parecía un tema ‘técnico’, lo que se me confirmaba en que, salvo opiniones como la de de Cristián Warkern, tanto los apologetas como los enemigos del proyecto recurrían una y otra vez a argumentos de tipo técnico. Unos y otros hacían mención de muchos números, los números ganados por unos, los números perdidos por otros, la esperanza y la desesperanza – técnica – frente a las alternativas. Por esto no quise entrar en palestra, dado que por no conocer nada de números, acabaría dando una opinión ideológica.

Ahora, en cambio, pienso que fue un error considerar que el tema era puramente técnico y considerar a la vez que no podía entrar a la palestra porque hablaría, a diferencia de los demás, ideológicamente.

Hidroaysén es un tema de phrónesis, la prudentia de Aristóteles. En pocas palabras, la phrónesis es la virtud de encontrar en los casos particulares, en el aquí y el ahora, lo ‘universalmente bueno’. La técnica naturalmente juega un rol: la producción del estado de cosas que se busca, con la mayor fidelidad posible al proyecto inicial. Pero a la ‘decisión’, con el peligro inherente del ‘elegir en el tiempo’, no se llega por razones técnicas. Porque en un estado no está en juego tanto la ‘maximización de los bienes’, como ‘el hacer buenos a los ciudadanos’.

‘Hacer buenos a los ciudadanos’, como lema, no gusta hoy. Pero sin esta perspectiva me parece imposible aceptar la ‘convivencia armónica de muy buenas posibilidades técnicas’, a menos que una parte mienta o sea pésima para las matemáticas. Ha entrado en juego – y eso se dibuja en la periferia de las opiniones a favor, en el fondo de las en contra –, ‘el debate sobre la buena vida’, precisamente por donde Aristóteles comienza su reflexión ética. Quien está a favor piensa económicamente; quien está en contra
ecológicamente. Ambos pueden ser utilitaristas en su modo de proceder: el ecólogo se diferencia quizás en que sostiene un mayor interés por una utilidad más a largo plazo. El ecónomo no está en contra de tal utilidad a largo plazo: tan sólo sostiene que nos compete antes la utilidad del momento presente. Un tema interesante para pensar: en la regla del ecónomo ‘el valor presente’ es
siempre mayor que el ‘valor futuro’; el ecólogo, en cambio, introduce la preeminencia del ‘valor futuro’ sobre el ‘valor presente’.

Una decisión de este tipo es una decisión por ‘la preeminencia de una cosa u otra en la serie temporal’. Ecónomo y ecólogo sostienen tesis que no son estrictamente ni económica ni ecológica: han tomado una decisión absoluta sobre la validez de una cosa ‘en el tiempo’, negando por tanto la posibilidad de tener que ‘decidir la cosa en el aquí y el ahora’. En un marco económico no se considera el futuro; en un marco ecológico no se considera el presente. Y la decisión humana y prudente se encuentra precisamente en el vértigo de ‘determinar el futuro’ por el presente.

Los dos extremos desde los cuales se mueve la discusión son por tanto ideológicos, precisamente por servirse de un razonamiento técnico para determinar el bien humano, que se debe alcanzar por medio de una consideración del acto presente como henchido de futuro y una consideración del futuro como realización del presente.

Ahora, para tomar una decisión es necesaria prudencia, mucha prudencia, de parte de gobernantes y gobernados. Lo difícil es que la virtud no se adquiere como una técnica, sino que se alcanza por medio de la misma decisión en el encuentro con las nuevas experiencias y, muchas veces, en el fracaso de las expectativas.

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La profecía de Kurosawa: ¿técnica o naturaleza? Para una lectura del desastre atómico en Japón

por José Antonio Giménez

Con ocasión del desastre de la planta de energía nuclear post-terremoto que atañe a Japón en estos días, recuerdo brevemente algunos elementos del cine de Kurosawa que me parecen iluminar de alguna manera la situación y que pueden permitirnos discutir sobre la actualisíma cuestión de la justificación de la ‘ecología’. 

En ‘RAN’ (1985) (película que fue comentada en este blog hace unos meses) Kurosawa recompone el Japón del siglo XVI, que parece corresponder a algo así como al final del Medioevo japonés. En esta época aparece en Japón el ‘arcabuz’, una primitiva arma de fuego, que parece haber cambiado el ‘arte de la guerra’: la caballería se vuelve obsoleta y se mata más en menos tiempo. Kurosawa interpreta la ‘aparición del arcabuz’ en analogía con la aparición de la bomba atómica, una nueva revolución en el arte de matar, que vuelve a dejar obsoletos sistemas de combate tradicionales y que entrega resultados de muerte altamente prodigiosos.

Kurosawa sufría con nostalgia el olvido del Japón milenario, dejado a un lado por una sociedad absolutamente absorbida por la técnica moderna. En el sexto relato de ‘Sueños’ (1990) nos muestra proféticamente Kurosawa la explosión de una serie de plantas nucleares del Japón con razón de un desastre natural, en este caso, la erupción del Fukijama. El séptimo y el octavo sueño parecen ser variables del futuro: un mundo de demonios (humanos despojados de la naturaleza) y un mundo de orden con la naturaleza.

Para entender sin embargo el ‘ecologismo’ de Kurosawa, creo que es necesario relacionarlo antes con una vuelta al mundo pre-técnico que con el ecologismo contemporáneo. Para esto es clave su film de 1975 ‘Dersu Uzala’, que narra la vida de un cazador de la tribu Nanai en la Siberia rusa, quien logra comulgar en su vida la caza del magnífico tigre siberiano con una vida en absoluta armonía con la naturaleza. Es en la práctica insostenible y en teoría bastante difícil argumentar a favor de una relación puramente ‘contemplativa’ con la naturaleza. Hay que notar que el cazador de Kurosawa alcanza su mayor ‘integración’ con la naturaleza precisamente cuando caza al tigre. Pues el cazador primitivo parece ser una ‘suerte de animista’ y no alcanza a objetivar la naturaleza como distinta de sí.

Así, es fácil ver como Caos y Técnica parecen representar para Kurosawa una cierta identidad. La profecía de Kurosawa se ha vuelto real, las atrocidades de la historia contemporánea justifican su rechazo a la técnica. La imagen de Prometeo encadenado, sufriendo el castigo de los dioses (al costado)por haber robado el ‘fuego de los dioses’ para entregárselo a los hombres, nos habla de que desde la antigüedad la técnica se entendió como una ‘realidad ambivalente’: ocasión de progreso para los hombres (envidia de los dioses) y oposición peligrosa a las fuentes naturales que limitan a fin de cuentas las posibilidades de la técnica.

Dejo abierta la discusión sobre las posibilidades de la técnica y su relación con la naturaleza.

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Primero, el castellano.

http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/03/27/simce-de-ingles-1.asp

Cartas al director
Domingo 27 de Marzo de 2011
Simce de inglés
Señor Director:

A raíz de los resultados del último Simce de inglés, han surgido voces que ponen el grito en el cielo por el bajísimo porcentaje de compatriotas que pueden siquiera «sobrevivir» en inglés. Creo que el resultado no debería sorprendernos: no sólo no sabemos inglés, sino, lo que es más grave aún, no sabemos castellano.

Como ha insistido hasta el hartazgo el doctor Otto Dörr, somos el país con el peor castellano hablado en el mundo hispanohablante. En efecto, sólo en Chile se da con tanta intensidad la proporción directa entre ausencia de vocabulario y exceso de coprolalia y muletillas, sin importar el trasfondo socioeconómico. No es de extrañar, entonces, que nuestros alumnos no sepan hablar inglés si apenas consiguen expresarse en su lengua materna. Es un principio elemental de la lingüística que la calidad de la lengua materna determina la posibilidad de aprender otras lenguas. Empecemos, entonces, con lo que tenemos más a mano: el castellano.

Patricio Domínguez Valdés


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Una facultad de filosofía en la era del «paper» indexado

Por Pato D.

Quien es en realidad maestro, toma en serio todas

las cosas sólo en relación a sus discípulos –incluso a sí mismo

Nietzsche


Status quaestionis

La reseña del libro del Dr. Ehrlich provocó un diálogo muy interesante en el que aparecen varios temas, todos ellos más o menos conectados entre sí. En esta entrada del blog me gustaría retomar un punto que quedó en forma de interrogante. Mucho se dice sobre la crisis de las humanidades y la filosofía en el sistema académico actual, pero poco se propone de modo positivo para abordar esta cuestión La crítica al sistema actual, sería, según las palabras de Mario Molina, “un grito en medio de la cordillera, que desaparece con la misma fuerza que surgió”. El siguiente texto intenta responder a esta cuestión. Sin embargo, antes me gustaría formular un pequeño resumen de las ideas  expresadas en este blog por los que se han dignado a participar, para ponernos en contexto.

Una de las críticas a la filosofía actual era la “exigencia compulsiva de publicaciones”, que llevarían a los académicos a perder de vista el fin esencial de la filosofía y a dedicarse a publicar con el fin de abultar el curriculum o simplemente para “justificarse” ante la academia. Más aún, no se trata sólo de publicar, sino de hacerlo en determinadas revistas -según el ránking de indexación adoptado por cada casa de estudios-, en un determinado género (el del paper) y con cierta frecuencia. Este sistema académico, repito, el sistema cuantificado en base a indexaciones, me parece malo para la filosofía y malo para las humanidades en general; y peor aun me parece que este sistema se constituya como el medio para ponderar  la calidad de una facultad. Creo que lentamente reduce la praxis filosofía a una mera técnica publicativa que sólo consigue ensanchar las hemerotecas  y que pierde de vista la tarea esencial del filosofar.

Los que aquí han opinado están de acuerdo en que este sistema tiene costos, pero que en vista a los beneficios que otorga resulta a la larga un sistema positivo. Así, según Tomás Alvarado este sistema tiene ventajas morales sobre otro sistema, en la medida en que fomenta la laboriosidad a la vez que impide la proliferación de ciertos vicios académicos como el divismo o la flojera: “Si uno quiere trabajar poco, con poca presión y hartos privilegios, tampoco es un buen momento para hacer filosofía. Si uno tiene una actitud más modesta, sin embargo, si lo que interesa es simplemente comprender mejor ‘la cosa’ de que se trate, o contribuir a esa mejor comprensión, entonces                            -definitivamente-  este es el mejor momento para hacer filosofía”. Por su parte, Andrés Santa María considera que es saludable hacer la distinción entre “el oficio del filósofo    -cuyo ejercicio nos permite vivir- y la filosofía misma”. El oficio de filósofo consistiría en la vorágine del mundo publicativo, y la filosofía misma sería más bien el encuentro dialógico vivo entre profesores y alumnos. La filosofía no estaría muerta, señala Andrés, porque sigue existiendo este mundo. Por su parte, Mario Molina que el sistema actual es excelente desde el punto de vista de la coordinación de la investigación, porque “genera la posibilidad de cuantificar el trabajo realizado por sus investigadores, de distribuir recursos según este ordenamiento a las distintas facultades y de poder seleccionar las mejores universidades en conformidad con este mismo criterio”. Según Mario, no hay razones de por qué, si el resto de los académicos están sujetos a este sistema de los mediciones (pensemos en los científicos) no habrían de estarlo los profesores de filosofía. Sin estas herramientas “¿cómo justificarán su sueldo los filósofos frente a las autoridades? […] ¿Quién puede garantizar que el outsider de la filosofía realmente trabajará, y no se sentará a escribir meras estupideces?” Hasta aquí Molina. Cristián Dagnino retoma la cuestión planteada por Toño Giménez: “¿progresa la filosofía como progresan las ciencias empíricas?” Si la respuesta es no, como todo parece indicar,  entonces habría que dejar de soñar con sistemas unívocos de medición y tratar a la filosofía de un modo que tenga en cuenta su constitución como disciplina cuyo núcleo es esencialmente sapiencial.

Una facultad de filo-sofía en la era del ISI

Si es verdad que la filosofía como tal no se despliega en la mera publicación, sino que en la labor conjunta de profesores y alumnos para responder las cuestiones centrales que plantea la razón humana (Dios, alma y mundo para expresarlo en los términos de la escolástica moderna), entonces, ¿cómo sobrevive ese tipo de estudios en una universidad actual, donde los profesores viven de lo que hacen y tienen que rendir cuenta a sus superiores -ya sea al ministerio de educación, la junta directiva o la junta de accionistas? La cuestión es realmente complicada, pero creo que así planteada no llega a ninguna parte. Si la pregunta es: “¿Cómo puede sobrevivir una facultad de filosofía en la era de la cuantificación?” entonces la respuesta es que no puede sobrevivir. Toda la discusión de la “justificación” de la filosofía supone que ésta se ha sido puesta en tela de juicio por una instancia externa a la misma filosofía, y yo creo que la filosofía sólo se justifica “desde dentro”. Es parecido al caso de un joven que sale del colegio y que quiere estudiar filosofía y tiene que explicarle a su padre el porqué de su elección. El padre entenderá que la elección es razonable sólo cuando capte de un modo u otro -de modo oscurísimo o vago, da igual- que dedicarse a la filosofía es algo valioso para la sociedad, así como también  la panadería o el construir puentes lo son. Esta captación ya es, en cierto modo, filosófica, y no externa a ella, pues comparte su supuesto básico: la filosofía no es útil al modo de la agricultura o la medicina, que produce una buena uva o cura a mi hijo.

Por el contrario, si la filosofía se considera una actividad injustificable (motivos sobran: no produce dinero, no “crea” conocimiento, no ayuda a erradicar campamentos o promueve la arrogancia), entonces no se le tolerará sino por medio de una regla externa a ella: que avance, que produzca cosas, aunque sea prestigio o fama, que se reducen fácilmente a bienes más concretos (por ejemplo, también puede ser de ‘buen tono’ que los ingenieros comerciales sepan quién fue Kant: en ese caso, la facultad de filosofía será la facultad del ‘barniz cultural’). Se me objetará que son los mismos profesores de filosofía los que han creado el sistema de papers y que nadie externo se los ha impuesto. Puede ser;  en ese caso han hecho suyo un argumento extraño a la filosofía (toda ciencia avanza; la filosofía es ciencia; ergo ésta avanza= hagámosla avanzar),  y se han acomplejado, como señala Pablo Follegati, de modo que lo vale como criterio particular  es impuesto como criterio universal. Demás está decir que dentro de la filosofía, hay personas que publican cosas excelentes, y se les da bien ese oficio filosófico. Hay otros con un competencia nata para traducir, para editar obras que se han transformado en clásicas, justamente por ser filosóficas. Pero hay tipos que tiene más talento pedagógico. ¿Es éste menos digno de una facultad de filosofía? Creo que la cosa es al revés. 

Se me ocurren una serie de principios prácticos para una facultad ficticia de filosofía que de algún modo se desprende de lo anterior:

Financiamiento: No buscar subsistencia fuera de sí misma, es decir, no mendigarle a alguien que no entiende para qué da su limosna.  Sacar y sacarse la idea chicago-boy de la cabeza de que lo que no se autofinancia es sospechoso. (Esta idea está bastante extendida en el ámbito académico: facultades de letras han sido cerradas y parece que las Becas-Chile van en esa dirección con «la nueva forma de gobernar» y su afición por los ránkings.)

Oficio: promover la diversidad de estilos entre los profesores, no encasillarlos a todos dentro del “estilo paper”. Promover también el estilo pedagógico, el estilo divulgador, etc. Por lo mismo, medir el rendimiento de los profesores con métodos analógicos y no con una misma vara. Creer menos en el CV y más en las personas de carne y hueso, sin por eso caer en el «amiguismo» o «pituteo» tan clásico chileno.

Relación profesor-alumno: Fomentar la actividad pedagógica, de modo que los profesores tengan tiempo de estar con los alumnos en instancias académicas y extra-académicas (como las notables “sociedades platónicas” que armaba J.T. Alvarado).

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Reseña: Una polémica intempestiva. Reedición de Viktor Ehrlich (1973) Die Krise der Philosophie.

El profesor Dr. Viktor Ehrlich poco antes de su muerte

Reseña de  Viktor Ehrlich (1973) Die Krise der Philosophie. Hoffnunglosigkeit Verlag, Tübingen-Münster-New York, 300 pp.

Por Pato D.

El profesor Ehrlich representaba,  antes de su repentina muerte en 1978 , uno de los pocos “outsiders” que quedaban en el mundo filosófico alemán. Luego de habilitarse con una tesis sobre la relación entre la realidad y el pensamiento  (Logos und Wirklichkeit. München 1935) y ejercer de catedrático de filosofía en muchas universidades, renunció antes de tiempo a la Universidad de Heidelberg, alegando que la universidad como tal había dejado de ser hace varios años un lugar adecuado para cultivar el genuino saber. Las palabras del profesor Erlich estremecieron en ese entonces al mundo académico. “Estos antiguos edificios” -señaló en su despedida en 1972- “que otrora albergaban a profesores y estudiantes enamorados del saber y ansiosos de buscarlo, se han convertido en oficinas de funcionarios grises (graue Beamte), de seres apocados que creen saber pero cuyo única actividad es el  aumentar la masa de escritos huecos y pseudofilosóficos, llenando anaqueles de revistas de “expertos” que poco o nada contribuyen al diálogo filosófico como tal, de modo que las verdaderas preguntas quedan incuestionadas (unbefragt)”. En las semanas siguientes, tales afirmaciones fueron puestas en tela de juicio  por otros profesores de la facultad, entre ellos el Dr. David Niedrigseele. El prof. Niedrigseele, experto en filosofía antigua y autor de numerosos artículos (entre ellos el famoso Functionalism of the soul in an unknwon fragment of Pseudo-Aristotle  in Bk 573-ba [Phronesis 1970]) señaló que “el profesor Ehrlich está profundamente equivocado. Nuestra facultad es de las mejores no sólo de Alemania, sino de Europa. Como cuerpo docente somos el que más ha publicado en las revistas indexadas más importantes del rubro”. A su vez, la dra. Gudrun Dämlichesten, catedrática de epistemología y filosofía de la percepción, tildó al dr. Ehrlich de pesimista. “Hemos avanzado bastante en nuestra comprensión de la naturaleza de las entidades teóricas que refieren a los estados mentales senso-perceptivos en los últimos 15 años, y esperamos seguir haciéndolo” agregó optimista. El prof. Richard Eifältigkeit, a cargo de la cátedra de Lógica, fue aún más tajante: “El profesor Ehrlich es de los que cree que la filosofía es un saber especial y no uno más dentro de la división del trabajo académico; eso se debe a que jamás comprendió que la filosofía no es más que la clarificación de relaciones entre cuantificadores y predicados, y no una especie de saber privilegiado, como él quiere” (Geschichte einer Polemik [1972], pp. 34 ss.)

El libro Die Krise…ahonda en las razones de la  polémica renuncia e intenta explicar el alcance de su famoso discurso. El libro consta de 3 partes. La primera consiste en un estudio histórico sobre la filosofía en su relación con el quehacer académico.  El núcleo central de la exposición lo conforman una serie de esbozos históricos en donde se analizan ciertas corrientes histórico-culturales de los últimos dos siglos en relación con el papel que han jugado las ciencias del espíritu (Geisteswissenschaften) en la configuración cultural de una sociedad. La segunda parte lo conforman una serie de diagnósticos que dan por muerta a la universidad y a la filosofía como quehacer académico. Según Ehrlich, la vulgaridad como modo imperante de la vida moderna-democrática, el descrédito de las humanidades ante las ciencias empíricas, el auge de la filosofía analítica de corte logi-empirista, la mala calidad de los alumnos y la exigencia compulsiva de publicaciones conforman un círculo vicioso (Teufelkreis) del cual es difícil escapar, según las palabras textuales del profesor (pp. 145-156). La tercera parte es una serie de ensayos inéditos sobre diversos temas que tocan de modo tangencial el tema expuesto en los capítulos anteriores. Entre ellos destacan “Die Musik und die Götter”,  “Analogie und Denken”, “Gott als Ziel des Philosophierens“. Un libro muy bien escrito, polémico y a ratos mordaz, que promete llamar la atención sobre un mundo que pierde paulatinamente su fuerza originaria y su rol, tal como lo hizo en su primera aparición en 1973.

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